Carmela y Viggo en la granja



Había una vez dos hermanos llamados Carmela y Viggo que vivían en la ciudad, pero siempre soñaban con ir a la granja.

Un día, mientras jugaban en el parque, se encontraron con un señor mayor que les preguntó qué querían ser cuando crecieran. "Yo quiero ser veterinaria", dijo Carmela. "Y yo quiero ser granjero", dijo Viggo. El señor mayor sonrió y les dijo: "Entonces deberían visitar mi granja algún día".

Los ojos de los hermanos se iluminaron al escuchar esto y rápidamente le preguntaron dónde estaba su granja. El señor mayor les dio las indicaciones y ellos prometieron visitarlo pronto.

Después de varios días de planificación, finalmente llegó el día en que los hermanos irían a la granja del señor mayor. Se levantaron temprano por la mañana, empacaron algunas golosinas para compartir y tomaron un autobús hacia el campo. Cuando llegaron a la granja, fueron recibidos por el señor mayor quien les mostró todos los animales.

Había caballos, vacas, cerdos e incluso algunos pollos correteando por ahí. Los niños estaban emocionados y no podían dejar de reír al ver cómo las gallinas picoteaban sus zapatos. "¿Puedo alimentar a las vacas?", preguntó Carmela ansiosa.

"Por supuesto", respondió el señor mayor sonriendo. Mientras tanto, Viggo estaba ocupado ayudando al granjero a recolectar huevos frescos del gallinero. Estaba emocionado porque nunca había visto huevos tan grandes antes.

Después de pasar la mañana alimentando a los animales, los hermanos se sentaron en el porche con el señor mayor y compartieron sus golosinas. Él les contó historias sobre su vida en la granja y cómo había aprendido a cuidar de los animales.

"¿Cómo puedo ser un buen granjero como usted?", preguntó Viggo curioso. El señor mayor sonrió y le dijo: "La clave es trabajar duro y tener paciencia.

Los animales necesitan mucho amor y atención, pero si eres amable con ellos, te recompensarán con productos frescos como huevos o leche". Los hermanos escuchaban atentamente las palabras del granjero mientras tomaban notas mentales para recordar todo lo que habían aprendido. Finalmente, cuando llegó la hora de irse, se despidieron del señor mayor prometiendo volver pronto.

En el camino de regreso a casa, Carmela y Viggo conversaron sobre todo lo que habían visto en la granja y cómo habían aprendido cosas nuevas.

Se dieron cuenta de que aunque vivían en la ciudad, siempre podrían aprender sobre otros estilos de vida diferentes al suyo.

Desde ese día en adelante, visitaron regularmente la granja del señor mayor para ayudarlo a cuidar de los animales e incluso comenzaron a plantar algunas verduras propias en el jardín trasero de su casa. Los hermanos nunca olvidaron las enseñanzas del granjero y siempre trabajaron duro para seguir sus pasiones tal como él les había enseñado.

FIN.

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