Carmen y el tesoro del agua



Era un soleado día de primavera en la ciudad de Buenos Aires. Carmen, una niña curiosa de siete años, estaba jugando en el jardín mientras su madre, Ana, regaba las plantas.

- ¡Mamá! -gritó Carmen mientras corría hacia ella-. ¿Por qué regás tanto las plantas? ¿No se las lleva el agua?

Ana sonrió, dejando caer un pequeño rayo de agua de la manguera hacia el suelo.

- A veces parece que el agua se va, pero en realidad, cada gota cuenta. Hay que cuidarla, porque no siempre habrá suficiente para todos. -dijo Ana, mientras desenrollaba más la manguera.

Carmen se quedó pensativa por un momento. Su madre siempre la enseñaba sobre la importancia de cuidar el planeta, pero nunca había entendido del todo por qué el agua era tan valiosa.

- ¿Y si no regamos tanto? -propuso Carmen-. ¡Podemos hacer un juego! Cada vez que veamos el agua correr, podemos imaginar que vemos un tesoro.

- ¡Eso suena divertido! -exclamó Ana, entusiasmada-. Pero en lugar de imaginarlo, ¿qué te parece si buscamos maneras de ahorrar agua en nuestro hogar? Podemos convertirlo en un verdadero juego.

Carmen saltó de alegría. Estaba emocionada por la idea de convertir el ahorro de agua en una aventura.

- ¡Sí! -dijo con energía-. ¿Por dónde empezamos?

Ana, pensando por un momento, decidió que irían a la cocina.

- Primero, vamos a revisar el grifo de la cocina -sugirió la madre-. Si gotea, eso significa que estamos perdiendo tesoros.

Al llegar a la cocina, Carmen se subió a un banquito para ver mejor el grifo.

- ¡Mamá, está goteando! -exclamó al darse cuenta del problema.

- Muy bien, Carmen. Lo primero es reparar el grifo -dijo Ana con voz decidida-. ¿Puedes ayudarme a buscar una herramienta?

Juntas, buscaron en la caja de herramientas y encontraron una llave inglesa. Ana arregló el grifo mientras Carmen la miraba atentamente.

- ¡Listo! -anunció Ana, abriendo el grifo para comprobar si ya no goteaba. Carmen saltó de alegría.

- ¡Hemos salvado muchas gotas! Eso es un tesoro -gritó.

- Sí, y ahora pasemos al baño. Vamos a ver si podemos reducir el tiempo de la ducha -sugirió su madre.

Carmen ya sabía que a veces su hermana mayor se pasaba de tiempo en la ducha, así que pensó en una idea brillante.

- ¡Podemos poner un reloj y que cada uno tenga solo cinco minutos! -proponía con una sonrisa.

- Genial, Carmen. ¡Es como un juego donde cada uno tiene que ser rápido! -respondió Ana riendo.

Ya en el baño, Ana le explicó cómo cada gota contaba. Juntas establecieron un cronómetro. Carmen se divirtió mucho, incluso tratando de ducharse lo más rápido posible mientras gritaba:

- ¡Soy una superheroína del agua! ¡Ahorrando cada gota! -exclamaba entre risas.

Luego, en el patio, decidieron lavar el auto.

- Mirá, en lugar de usar la manguera, podemos usar un balde -sugirió Ana. - Reducimos el agua y al mismo tiempo podemos jugar a ensuciar el auto más seguido y lavarlo.

- ¡Buena idea, mamá! -accedió Carmen.

Así, con balde en mano, comenzaron a limpiar el auto. Pero de pronto, Carmen tuvo una idea aún más brillante.

- ¡Mamá! ¿Y si hacemos una competencia? El que lave más rápido el auto, gana. -dijo emocionada.

- ¡Me gusta eso! Pero necesitamos un verdadero premio. ¿Qué te gustaría?

- Un helado -respondió Carmen rápidamente.

Ambas se rieron y se comprometieron a terminar la tarea primero. A medida que limpiaban el auto, no sólo ahorraron agua sino también disfrutaron de una jornada llena de risas y buenos momentos juntas.

Finalmente, al caer la tarde, se sentaron en la terraza, cansadas pero alegres, y Ana le sonrió a su hija.

- ¿Sabés qué? Hoy hemos recolectado un gran tesoro. -dijo Ana mirando el balde donde había recolectado el agua sobrante.

- ¡Sí, mamita! ¡Y además, hay más tesoros por descubrir! -carcajeó Carmen, sintiéndose como una verdadera exploradora, lista para continuar su búsqueda de tesoros que ayudan al planeta.

Desde ese día, Carmen se convirtió en la superheroína del agua de su casa. Cada vez que abría el grifo, recordaba que sólo una pequeña cantidad era necesario para tener su tesoro, y así, su madre y ella lograron que su hogar fuera un ejemplo para todos sus vecinos.

Las aventuras de Carmen continuaron, y el ahorro del agua se volvió parte de su vida diaria. Con cada pequeña acción, resguardaban un tesoro invaluable: el agua. Y sabían que todo podía cambiar si todos decidían cuidarla.

Y así, con un compromiso especial en su corazón, Carmen le mostró al mundo que un pequeño esfuerzo puede marcar la diferencia.

FIN.

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