Carmencita y el huevo número 8



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Plumavilla, una gallina muy especial llamada Carmencita.

Lo que la hacía tan especial no era solo su plumaje brillante y sus ojos chispeantes, sino también su peculiar manera de poner huevos: ¡los contaba del 1 al 10! Carmencita vivía en el gallinero de la granja de Doña Matilde, una mujer amable y cariñosa que cuidaba a todos sus animales con mucho amor.

Desde temprano por la mañana, Carmencita se dedicaba a poner huevos mientras canturreaba felizmente:-¡Uno! -decía Carmencita mientras ponía el primer huevo del día. -¡Dos! -continuaba, emocionada por cada nuevo huevo que llegaba. Los otros animales de la granja quedaban maravillados al escuchar a Carmencita contar sus huevos.

El gallo Manolo siempre le decía con orgullo:"¡Qué talento tienes, Carmencita! Eres la gallina más especial de toda la granja". Pero un día, algo extraño comenzó a suceder.

Cuando Carmencita llegaba al número 7 al contar sus huevos, ¡simplemente dejaba de poner más! Esto preocupó mucho a Doña Matilde y a los demás animales de la granja. "¿Qué te sucede, Carmencita? ¿Por qué ya no pones más huevos después del número 7?" -preguntó Doña Matilde con tono preocupado.

Carmencita bajó su mirada tristemente y les explicó que se sentía frustrada porque pensaba que solo podía llegar hasta ese número. Había perdido su confianza en sí misma y en sus habilidades para seguir adelante.

"Querida Carmencita" -dijo Doña Matilde con ternura-, "tú eres capaz de mucho más de lo que crees. No te limites por lo que piensas que puedes hacer. Confía en ti misma y verás cómo lograrás cosas increíbles".

Estas palabras resonaron en el corazón de Carmencita. Se dio cuenta de que había estado equivocada todo ese tiempo al pensar que solo podía llegar hasta el número 7.

Con renovado ánimo y determinación, volvió al gallinero decidida a demostrarles a todos cuán valiente y capaz era. Y así fue como empezó a contar nuevamente:-¡Ocho! -exclamó Carmencita con fuerza mientras ponía otro huevo. -¡Nueve! -siguió contando, sintiendo cómo la emoción crecía dentro de ella.

Finalmente, llegó el momento cumbre:-¡Diez! -gritó Carmencita jubilosa al poner su décimo huevo consecutivo. Todos los animales estallaron en aplausos y vítores por el increíble logro de Carmencita.

La gallina sonreía radiante sabiendo que había superado sus propias dudas y limitaciones gracias a la confianza en sí misma y al apoyo incondicional de quienes la rodeaban. Desde ese día en adelante, Carmencita siguió poniendo huevos sin límites ni restricciones autoimpuestas.

Su historia se convirtió en ejemplo para todos en Plumavilla sobre cómo creer en uno mismo puede llevarnos a alcanzar nuestras metas más allá de lo imaginado. Y así, nuestra querida gallina contadora demostró que no hay límites cuando se tiene fe en uno mismo y se trabaja con determinación hacia nuestros sueños.

FIN.

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