Carreras de Amistad



Había una vez en la ciudad de Buenos Aires, un grupo de amigos muy cercanos llamados Mateo, Sofía, Lucas y Valentina. Eran inseparables y siempre estaban buscando nuevas aventuras para vivir juntos.

Un día, mientras paseaban por el parque, encontraron unos viejos carros abandonados. Aunque estaban llenos de polvo y parecían estar en mal estado, los amigos no pudieron evitar emocionarse al verlos. - ¡Vamos a arreglar estos carros y hacer carreras! - exclamó Mateo con entusiasmo.

Los cuatro amigos se pusieron manos a la obra. Pasaron días lija en mano, pintando los carros con colores brillantes y pegando calcomanías divertidas. Finalmente, los carros lucían como nuevos. - ¡Están listos para correr! - gritó Sofía emocionada.

El día de la gran carrera llegó rápidamente. Los amigos se encontraron en el punto de partida junto a otros niños del vecindario que también habían arreglado sus propios carros. La multitud estaba llena de emoción y nerviosismo.

Pero entre todos ellos había alguien diferente: Martín era un niño triste que nunca había tenido amigos con quienes compartir momentos felices como este. Martín observaba desde lejos cómo los demás disfrutaban preparándose para la carrera.

Se sentía solo y desesperanzado porque pensaba que nadie lo aceptaría como amigo. De repente, Lucas notó a Martín mirándolos tristemente desde lejos. Sin pensarlo dos veces, fue hacia él y extendió su mano amigablemente.

- ¿Quieres ser nuestro amigo? Estamos por empezar una carrera y nos encantaría que te unas a nosotros - dijo Lucas con una sonrisa. Martín no podía creer lo que estaba escuchando.

Nunca había tenido amigos antes y esta era la primera vez que alguien le ofrecía amistad sin pedir nada a cambio. - ¡Claro! Me encantaría ser su amigo - respondió Martín emocionado. Los cuatro amigos se acercaron a los carros, incluyendo a Martín en su grupo.

Todos estaban listos para comenzar la carrera, pero antes de dar la señal de inicio, Mateo tuvo una idea genial. - ¿Qué les parece si hacemos algo diferente? En lugar de competir entre nosotros, podríamos hacer equipos y correr juntos como un gran equipo de amigos.

Así todos ganaremos al final del día - propuso Mateo. Todos estuvieron de acuerdo con la idea y rápidamente formaron dos equipos equitativos.

Los carros se alinearon en el punto de partida y, en lugar de una competencia individual, comenzó una carrera llena de risas y camaradería. A medida que avanzaban por el circuito improvisado, los niños se animaban unos a otros mientras sorteaban obstáculos imaginarios.

No importaba quién llegara primero o último; lo importante era disfrutar del camino juntos. Al finalizar la carrera, los dos equipos cruzaron juntos la línea de meta celebrando su victoria colectiva. El público aplaudió emocionado ante tanta amistad y espíritu deportivo demostrados por los niños.

Desde ese día en adelante, Mateo, Sofía, Lucas, Valentina y Martín fueron inseparables. Compartieron muchas más aventuras juntos, aprendiendo el valor de la amistad y la importancia de ayudarse mutuamente.

Y así, en aquel parque de Buenos Aires, los carros abandonados se convirtieron en símbolo de esperanza y alegría para todos los niños del vecindario. Aprendieron que a veces, las cosas más simples pueden traer las mejores experiencias cuando se comparten con amigos verdaderos.

FIN.

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