Carrie y su gato Miauven
Un día, mientras jugaban en el jardín, Carrie y Miauven escucharon un extraño ruido que provenía del fondo del jardín.
"¿Qué será eso, Miauven?" - preguntó Carrie, con los ojos bien abiertos por la curiosidad.
"Miau, miau, vamos a investigar" - respondió Miauven, estirando su pequeña patita hacia el sonido.
Con su corazón latiendo rápido, Carrie se aventuró hacia el fondo del jardín, donde descubrió un pequeño nido lleno de pajaritos. Sus ojos se iluminaron al ver a las criaturas tan pequeñas y vulnerables.
"¡Mirá, Miauven! Son tan tiernos... pero parecen tener hambre" - decía Carrie mientras se acercaba cuidadosamente.
Miauven movió su cabeza de un lado a otro.
"Miau, miau, creo que hay que ayudarles" - dijo el gato, sabio a su manera.
Carrie pensó por un momento y luego decidió que debía buscar algo de comida para los pajaritos. Regresó a la cocina y encontró un poco de pan.
"Aquí tienen, pequeños amigos" - dijo mientras rompía un trozo de pan y lo dejaba caer cerca del nido.
Al ver que los pajaritos picoteaban el pan, Carrie sonrió con alegría, pero de repente notó que el nido estaba muy expuesto en una rama débil.
"Miauven, debemos hacer algo, esto no es seguro" - expresó Carrie, preocupada.
"Miau... tal vez deberíamos mover el nido a un lugar más seguro" - sugirió Miauven.
Carrie era un poco reticente porque nunca había hecho algo así, pero decidió que debía intentarlo. Así que, con mucha delicadeza, encontró una caja pequeña y colocó el nido y los pajaritos dentro.
"Tranquilos, pequeños, los moveré a un lugar más seguro" - les dijo con suavidad.
Luego, llevó la caja a un lugar bajo un arbusto lleno de hojas verdes, donde los pajaritos estarían protegidos y a salvo.
Al terminar, tanto Carrie como Miauven se sintieron muy orgullosos de su acción.
"¡Lo logramos!" - exclamó Carrie, saltando de felicidad.
Miauven la miró con complicidad.
"Miau, miau, ayudar a los demás es importante. ¡Los pajaritos estarán a salvo ahora!" - respondió, contento por haber tomado esa decisión.
Pasaron los días y cada mañana, Carrie regresaba para ver cómo estaban sus nuevos amigos. Los pajaritos crecieron y se hicieron fuertes, y Carrie decidió que debía aprender más sobre cómo cuidar el medio ambiente.
Un día, en la escuela, la maestra habló sobre la importancia de cuidar la naturaleza.
"Chicos, nosotros podemos ayudar a los animales y a nuestras plantas. Debemos ser responsables con nuestras acciones" - explicó la maestra.
Carrie levantó la mano y contó a todos sobre su experiencia con los pajaritos.
"¡Creo que podemos hacer un jardín en la escuela para ayudar a los insectos y aves!" - propuso con entusiasmo.
Todo el curso se unió a la idea y juntos trabajaron para plantar flores y crear un pequeño refugio para los animales.
"¡Mirá, Miauven! Ahora somos un equipo" - dijo Carrie mientras observaba a sus compañeros cavando y plantando.
Miauven se estiró y se acomodó en el césped mientras observaba desde la distancia, lleno de orgullo por su amiga.
"Miau, miau, nunca hay que subestimar el poder de un buen equipo" - dijo, guiñando un ojo.
Weeks después, el jardín floreció y muchos pájaros, mariposas e insectos comenzaron a visitar, creando un ecosistema lindo y saludable. Carrie había aprendido sobre responsabilidad, cuidado por la naturaleza y sobre todo, el valor del trabajo en equipo.
Y así, cada vez que Carrie acudía a su jardín, Miauven se aseguraba de acompañarla, siempre listos para nuevas aventuras y nuevas lecciones.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Carrie y Miauven vivieron felices aprendiendo y cuidando del entorno juntos, porque siempre se necesitan amigos para hacer del mundo un lugar mejor.
FIN.