Castillos de arena


Lucas y Santiago estaban muy emocionados por su viaje a la playa de Brasil. Ya habían escuchado muchas historias sobre lo hermosa que era esa playa, y no podían esperar para disfrutar del sol, el mar y la arena.

Cuando llegaron al hotel, sus padres les dijeron que debían compartir una habitación. Lucas estaba contento por estar con su hermano, pero Santiago no parecía muy feliz.

"¿Por qué tengo que compartir mi habitación contigo? Quiero estar solo" - dijo Santiago. Lucas se sintió triste al escuchar esto, pero decidió no darle importancia. Sabía que su hermano estaba cansado del viaje y tal vez solo necesitaba un poco de tiempo para adaptarse.

Al día siguiente, los chicos se levantaron temprano para ir a la playa. Estaban ansiosos por jugar juntos en el agua, construir castillos de arena y hacer nuevos amigos. Sin embargo, las cosas no salieron como esperaban.

Mientras Lucas estaba jugando felizmente en el agua con otros niños, Santiago se quedó sentado en la orilla mirando hacia otro lado. Lucas notó a su hermano triste y decidió acercarse a él. "¿Qué te pasa?" - preguntó Lucas preocupado.

Santiago suspiró "No tengo ganas de jugar hoy". Lucas sabía que algo andaba mal con su hermano. Él quería ayudarlo pero no sabía cómo hacerlo.

Después de un rato pensándolo decidió armar un juego:"¡Ya sé! Vamos a ver quién hace el castillo más grande! Yo te ayudo si quieres". Santiago sonrió y aceptó. Los chicos trabajaron juntos en su castillo, añadiendo torres y murallas mientras se divertían. "¡Miren lo que hicimos!" - exclamó Lucas emocionado cuando terminaron. Santiago sonrió con orgullo.

A partir de ese momento, los hermanos empezaron a jugar juntos y a disfrutar de la playa como nunca antes lo habían hecho. En los días siguientes, Lucas y Santiago construyeron castillos más grandes y aprendieron nuevos juegos juntos.

Descubrieron que compartir era mucho más divertido que estar solos, y que trabajar juntos podía llevarlos a lograr cosas increíbles.

Cuando llegó el momento de regresar a casa, los chicos estaban tristes por dejar la playa pero felices por haber aprendido una lección importante: ser buenos hermanos significa apoyarse mutuamente, trabajar en equipo y disfrutar juntos de las cosas buenas de la vida.

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