Cata y la Aventura del Mundo



Había una vez una nena llamada Cata, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de verdes prados y montañas altas. Desde que era muy chiquita, Cata soñaba con salir a explorar el mundo, conocer nuevos amigos, ver paisajes hermosos y vivir aventuras emocionantes. Pero había un problema: sus papás siempre tenían una excusa para no dejarla salir.

Un día, mientras Cata miraba por la ventana cómo jugaban los otros chicos en el parque, escuchó a sus papás hablando.

"No podemos dejarla sola, es muy pequeña para ir a ese lugar", decía su mamá.

"Es mejor que se quede aquí, hay muchas cosas peligrosas afuera", añadía su papá.

Cata sintió que su corazón se encogía. Ella quería explorar, quería ver el mundo. Así que un día decidió que ya era suficiente y que iba a planear su propia aventura.

Se sentó en su habitación, abrió su cuaderno de dibujo y comenzó a hacer un mapa de los lugares que quería visitar: la playa, el bosque, la montaña y hasta un circo que había llegado al pueblo. Cata sintió una gran emoción al plasmar todo en su papel. Pero, ¡claro! , necesitaba una estrategia para salir de casa.

Ese mismo día, Cata decidió hablar con su mejor amiga, Lila.

"Lila, tengo una idea brillante. ¿Qué tal si armamos una aventura sin que se enteren nuestros papás?"

"¡Sí! Pero... ¿cómo lo hacemos?"

"Podemos decir que vamos a la casa de mi abuela, que vive cerca del lago. Así tendremos tiempo para explorar sin que sospechen nada", contestó Cata entusiasmada.

Lila aceptó la propuesta, y juntas comenzaron a planear su gran escape. Al día siguiente, con sus mochilas llenas de galletitas y agua, se despidieron de sus papás con una sonrisa.

"Voy a la casa de la abuela, ¡nos vemos después!" gritó Cata, corriendo hacia la puerta.

"¡Que se diviertan!" respondió su mamá sin sospechar nada.

Cata y Lila corrieron hacia el lago, riéndose y disfrutando de su libertad. Cuando llegaron, estaban fascinadas por la belleza del lugar. El sol brillaba sobre el agua, y los patos nadaban felices.

"Mirá lo que encontramos, Cata!" dijo Lila señalando unas pequeñas islas en el lago.

"Vamos a explorar!" respondió Cata, llena de emoción.

Así, las dos nenas se subieron a una tablita que flotaba cerca de la orilla y empezaron a remar hasta llegar a una de las pequeñas islas. Se asombraron al descubrir un jardín de flores silvestres y mariposas de todos los colores.

"¡Es un lugar mágico!" exclamó Cata.

"Sí, ¡como en los cuentos!" respondió Lila.

De repente, se dieron cuenta de que era hora de regresar. Pero cuando intentaron volver, la tablita se había alejado más de lo que pensaban.

"¡Oh no! ¿Y ahora qué hacemos?" dijo Lila, asustada.

"No te preocupes, ¡tenemos que pensar!" dijo Cata, tratando de mantener la calma.

Cata recordó que, en la playa, había visto a unos pescadores con un pequeño bote.

"¡Vamos a gritar por ayuda!" propuso.

Las nenas comenzaron a gritar con todas sus fuerzas. El eco de sus voces llegó a un grupo de chicos que estaban jugando cerca.

"¡Hola! ¿Necesitan ayuda?" preguntó uno de ellos.

"Sí, ¡nuestra tablita se alejó!" dijo Cata.

Los chicos se acercaron nadando y lograron ayudar a Cata y Lila a regresar a la orilla.

"Gracias, chicos!" dijeron las nenas al llegar a la tierra firme.

"¡Cuidado con el agua la próxima vez!" les advirtió uno de los chicos.

Cata se dio cuenta de que aunque había arriesgado salir sin permiso, había aprendido que el mundo puede ser divertido, pero también hay que tener precaución.

Al volver a casa, sus papás estaban muy preocupados.

"¡Cata! Tuviste a todos en un cuarto de angustia!" gritó su mamá.

"Lo siento, mamá, pero quería explorar. Aprendí que hay que informarse y cuidar de uno mismo", explicó Cata.

Desde ese día, sus papás decidieron que, aunque Cata era pequeña, era importante que empezara a conocer el mundo, pero siempre con responsabilidad y cuidado. Así que comenzaron a planear salidas familiares donde Cata pudiera explorar, aprender y divertirse.

"¡Podemos ir juntos a la playa este fin de semana!" sugirió su papá.

"¡Genial!" respondió Cata llena de entusiasmo.

Y así, gracias a su valentía y determinación, Cata no solo cumplió su sueño de explorar el mundo, sino que aprendió que la aventura puede ser aún más gratificante cuando se comparte y se disfruta con los que amas. Q

FIN.

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