Cataleya y el Encuentro Soñado
Cataleya era una dulce bebé de seis meses que vivía en un acogedor hogar de una ciudad pequeña. Desde que nació, había estado esperando a que una familia maravillosa viniera a llevarla a su nuevo hogar. Cada día se preguntaba cómo serían sus papás. ¿Tendrían una sonrisa que brillara como el sol? ¿Le jugarían y le cantarían canciones?
Por otro lado, en un rincón de la misma ciudad, vivían Sebastián y Anabela, una pareja llena de amor y sueños. Tenían un inmenso deseo de formar una familia, y habían decidido que la mejor manera de hacerlo era adoptando a una bebé.
"¿No crees que sería genial tener una niña en casa?", preguntó Anabela mientras acariciaba a Mojito, su perro, que movía la cola al escuchar su voz.
"Sí, sería una dicha. Podemos darle tanto amor y alegría", respondió Sebastián sonriente.
El tiempo pasaba y, aunque habían visitado varios lugares, todavía no encontraban a la bebé que haría latir sus corazones de felicidad. Sabían que la esperarían pacientemente, pero a veces se sentían un poco desanimados.
Una mañana soleada, Anabela y Sebastián decidieron visitar un centro de adopción en su ciudad. Al entrar, los colores brillantes y las risas de otros niños llenaban el aire. Mientras esperaban, Anabela sintió un cosquilleo en su corazón.
"¿Sentís eso?".
"Sí, algo me dice que hoy puede ser un día especial", respondió Sebastián emocionado.
Cataleya, en el mismo momento, estaba jugando en su cuna. Ella miró hacia la puerta y, como si la vida le diera un mensaje, le sonrió a una pequeña mariposa que revoloteaba cerca de su cara.
"Espero que un día me lleven a casa", susurró Cataleya, aunque nadie la podía escuchar.
Finalmente, una amable trabajadora se acercó a Sebastián y Anabela.
"¿Están en busca de una bebé?", preguntó con una sonrisa.
"Sí, queremos adoptar", respondió Anabela, con el corazón latiendo rápido.
"Tengo a alguien que creo que les encantará. Aquí hay una hermosa bebé llamada Cataleya, vamos a conocerla".
Cuando Anabela y Sebastián vieron a Cataleya por primera vez, sus corazones se llenaron de amor instantáneamente. Cataleya los miró con curiosidad y, al ver sus sonrisas, se rió.
"¡Mirá, se ríe!", exclamó Sebastián.
"Sí, parece que le gustamos", dijo Anabela mientras levantaba a Cataleya en sus brazos.
Los días pasaban y la conexión entre ellos se hacía más fuerte. A veces, Mojito se unía a sus juegos, ladrando amistosamente y haciéndolos reír.
"Mojito está tan feliz de tener una hermanita. ¿No es así?", dijo Sebastián acariciando al perro.
"¡Sí! ¡Vamos a ser una gran familia!", respondió Anabela con alegría.
Sin embargo, no todo sería fácil. Un día, Sebastián y Anabela recibieron un mensaje inesperado. Otra familia también quería adoptar a Cataleya. Sus corazones se hundieron.
"No quiero perderla", dijo Anabela con lágrimas en los ojos.
"Haré todo lo posible para demostrar que somos el mejor hogar para ella", contestó Sebastián decidido.
Juntos, prepararon un álbum lleno de fotos de momentos felices junto a Cataleya y de su hogar lleno de amor. Decidieron presentárselo al comité de adopción.
"Debemos mostrarles cómo sería su vida aquí", aconsejó Sebastián.
El día de la decisión fue un miércoles nublado. Catarinas estaban en el aire y Mojito estaba inquieto.
"¡Vamos a hacerlo!", dijo Anabela, mientras le daba un abrazo a Mojito.
"No importa lo que pase, la amamos", agregó Sebastián, sintiendo que todo su amor por Cataleya llenaba la habitación.
Finalmente, después de unos días que parecieron eternos, el comité tomó su decisión y los llamó.
"¡El hogar perfecto para Cataleya ha sido elegido!", anunciaron.
"¡Sí! ¡Es nuestra!", gritaron Sebastián y Anabela al unísono, llenos de felicidad.
Así, en un día soleado, Cataleya finalmente se unió a su nueva familia. Con Mojito corriendo a su lado y sus papás llenándola de abrazos, supo que había encontrado el amor que siempre había esperado. Desde ese momento, su vida se convirtió en una aventura llena de risas, juegos y mucho cariño. Y así, la dulce bebé junto a su nueva familia aprendieron que el amor siempre encuentra la manera de unir los corazones.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.