Catalina y el Juego de las Sombras
Catalina era una niña de rulos dorados y una risa contagiosa. En el patio de la escuela, pasaba horas jugando con la luz y las sombras. Le encantaba ver cómo el sol iluminaba las hojas de los árboles y creaba figuras en el suelo. A veces, hacía muñecos de sombras con sus manos, o corría para atrapar la luz que se filtraba entre las ramas. Sin embargo, cada vez que el cielo se ponía gris, su sonrisa se desvanecía.
Una mañana nublada, Catalina llegó al patio y vio cómo las nubes cubrían el sol. Se sentó sola en un rincón, triste y desilusionada.
"¿Por qué siempre tiene que estar nublado cuando quiero jugar?" se preguntó, mirando hacia el cielo.
Justo entonces, su amigo Lucas se acercó. Lucas era un niño curioso que siempre encontraba un lado positivo en las cosas. Al ver a Catalina con la cabeza gacha, le preguntó:
"¿Qué te pasa, Cat?"
"No puedo jugar con mi luz y sombras hoy, porque el cielo está gris" respondió ella suspirando.
Lucas sonrió y le dijo:
"Pero, ¿sabías que las sombras también pueden ser divertidas cuando está nublado?".
Catalina levantó la mirada, intrigada.
"¿De qué hablas?"
"Mirá, cuando el cielo está gris, la luz se comporta diferente. Podés usar tus sombras para hacer cosas nuevas. Vamos a probarlo!"
Catalina, aunque dudosa, decidió seguir a Lucas. Ambos comenzaron a experimentar con las sombras en su patio. Empezaron a dibujar formas en el suelo mojado, creando figuras divertidas y grandes con sus cuerpos. También hicieron sombras de animales, inventando historias sobre ellos:
"¡Este es un león que vuela!" dijo Catalina riendo mientras movía sus brazos.
"Y este un pájaro gigante que escupe arcoíris" respondió Lucas con una risa.
Catalina jamás se había divertido tanto en un día nublado. A medida que la niebla de la tristeza se disipaba, comenzó a sentir que, incluso sin sol, había magia en el juego que estaban haciendo.
"¡Es cierto! Las sombras pueden ser fascinantes también" dijo Catalina emocionada.
Entre risas y juegos, una pequeña luz comenzó a filtrarse entre las nubes. Catalina sintió que le subía la adrenalina.
"¡Mira, el sol está volviendo!" gritó Lucas.
La luz dorada comenzó a iluminar el patio, y las sombras de Catalina y Lucas regresaron, pero esta vez, eran diferentes. Las figuras que crearon en la tierra se veían más vivas, más brillantes.
"¿Ves? Cada día puede ser único, incluso los nublados. Hay que aprender a jugar con lo que tenemos" dijo Lucas.
Catalina sonrió, sintiendo que había aprendido algo valioso.
"Gracias, Lucas. Hoy entendí que no tengo que depender del sol para divertirme. ¡Vamos a jugar más!" exclamó, llena de energía.
Desde aquel día, cada vez que el cielo se ponía gris, Catalina no se entristecía, sino que se preparaba para jugar con sus sombras. Aprendió a ver la belleza en todos los días, con sol o sin él. Y cada vez que su amiga Stella, que también amaba jugar, se sentía triste por el tiempo, Catalina le decía:
"¡Vamos a hacer que hoy sea especial!".
Y así, juntos creaban juegos, inventaban historias y hacían nuevas figuras, llenando el patio con risas aun en los días grises. Catalina comprendió que la luz y la sombra no eran simplemente condiciones del clima; eran partes de un mismo juego que podía adaptarse a cualquier situación.
Al final del año, la profesora organizó una muestra en el patio, donde los niños exhibieron sus juegos de sombras y luz, y todos aplaudieron a Catalina y Lucas por su creatividad:
"Gracias por enseñarnos a ver la felicidad en lo inesperado." concluyó la maestra.
Y Catalina sonrió, no ya por el sol brillando arriba, sino por el brillo de su corazón, que sabía que siempre podría encontrar luz, incluso en los días más grises.
FIN.