Catalina y la Bruja de la Montaña



Catalina era una niña curiosa y valiente, pero había una cosa que la aterrorizaba más que cualquier otra: las brujas. Con sus risas estruendosas y sus inmensas escobas, Catalina soñaba que en cada sombra se escondía una bruja lista para lanzarle un hechizo maligno. Pero un día, sucedió algo inesperado.

Era un día de sol brillante cuando Catalina decidió aventurarse un poco más lejos de su casa. Mientras exploraba el bosque cercano, escuchó un canto suave. Intrigada, se acercó. Sing, sing, la melodía fluía entre los árboles, y cuando Catalina llegó a la cima de una pequeña loma, vio una cabaña. Al lado de la cabaña, una anciana de larga nariz y un sombrero puntiagudo estaba recogiendo hierbas.

Catalina, asustada pero también intrigada, decidió acercarse un poco más. La mujer notó su presencia y, sonriendo, dijo: -

“¡Hola, pequeña! Estoy haciendo un poco de té de hierbas para mis clientes del pueblo. ¿Te gustaría ayudarme? ”

Catalina se quedó congelada. -

“¿Tú… tú eres una bruja? ”-

La anciana soltó una carcajada. -

“Soy una bruja en el sentido de que uso las plantas para curar y hacer tés, pero no soy como las brujas de los cuentos. No lanzo hechizos maliciosos. Estoy aquí para ayudar a las personas.”

Catalina sintió una pequeña chispa de curiosidad. Nunca había conocido a una bruja de verdad, solo a las que aparecían en sus pesadillas. -

“¿De verdad? ”- preguntó Catalina, aún un poco escéptica. -

“¿Qué haces con las plantas? ”-

La anciana sonrió mientras mostraba una hoja y un frasco de cristal. -

“Las plantas tienen poderes mágicos, pero no de los que asustan. Pueden curar dolores, calmarnos cuando estamos tristes, o incluso hacernos sentir más felices. Quiero que lo veas por ti misma.”

Catalina sintió que su miedo comenzaba a desvanecerse. La bruja la condujo dentro de la cabaña, donde un encantador caos reinaba. Vinilos de botellas de colores, frascos con etiquetas extrañas, y un cálido olor a hierbas.

Al poco tiempo, la anciana preparó un té de flores de manzanilla y miel. -

“Bébelo, querida. Esta poción es para calmar los nervios y abrir la mente. ¡Tal vez te muestre lo maravillosa que puede ser la magia! ”-

Catalina dudó por un momento, pero tomó la taza y bebió un sorbo. Al instante sintió un brillo en su interior, una calidez que le hizo sonreír. -

“Esto es delicioso”,- dijo sorprendida.

Mientras charlaban, la anciana le contó sobre las bondades de las plantas y cómo las personas podían usarlas para mejorar sus vidas. Catalina se dio cuenta de que había estado confundiendo a las brujas con los temores que le habían enseñado. -

“¿Todos los brujos y brujas son malos? ”- preguntó.

- “No, querida. La magia es como un cuchillo. Puede ser usado para cocinar o para hacer daño. Todo depende de quién lo use.” - La anciana le dio unas semillas de flores. - “Plántalas. Te prometo que florecerán hermosas.”

Cuando Catalina regresó a su casa, todavía con el brillo del té en su corazón, se dio cuenta de que había aprendido a no juzgar antes de conocer. Y, más importante aún, había descubierto que la magia puede ser hermosa y beneficiosa.

Un tiempo después, Catalina llenó su jardín de flores que ella misma había sembrado. Y cada vez que una de ellas florecía, recordaba a la bruja de la montaña y se prometía a sí misma nunca más dejar que el miedo le impidiera conocer algo nuevo.

Así, Catalina comprendió que a veces, el verdadero temor está en lo que no conocemos, y que una mente abierta puede descubrir maravillas donde antes solo veía sombras.

FIN.

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