Catarina y el Jardín de los Sueños
En una pequeña y colorida granja rodeada de montañas y ríos brillantes, vivía Catarina, una vaquita de San Antonio muy especial. Su cabeza era ovalada, lo que la hacía ver aún más adorable. Siempre llevaba un delantal de flores que su abuela le había cosido. Cada mañana, Catarina se despertaba con el canto de los pájaros y la frescura del sol.
Un día, mientras paseaba por el campo, Catarina escuchó un murmullo proveniente de un arbusto cercano. Al acercarse, vio a un grupo de pequeños insectos, visiblemente preocupados.
"¿Qué les pasa, amigos?" - preguntó Catarina, inclinando un poco la cabeza.
"Estamos tratando desesperadamente de encontrar el Jardín de los Sueños", dijo una mariposa amarilla, con su vocecita temblorosa. "En ese jardín, nuestros deseos pueden hacerse realidad, pero no sabemos cómo llegar allí."
Catarina, siempre dispuesta a ayudar, sonrió y respondió:
"¡No se preocupen! Voy a ayudarles a encontrarlo. ¿No sería maravilloso poder cumplir un deseo?"
Los insectos se llenaron de esperanza y comenzaron a aplaudir sus suaves alas.
Así fue como Catarina emprendió una aventura con sus nuevos amigos. Caminaron a través del bosque, cruzaron un pequeño río, y se enfrentaron a un sendero cubierto de flores.
"¡Cuidado, Catarina!" - gritó una de las hormigas. "No pises las flores, son muy importantes para el bosque."
Catarina asintió y comenzó a saltar con cuidado, como si estuviera bailando sobre las flores. Pero en su camino, encontraron un enorme muro de espinas.
"Ahora no sé cómo podemos pasar. Esto es un gran obstáculo", dijo una pequeña abeja con desánimo.
"Quizás podríamos buscar otra ruta", sugirió un saltamontes.
"¡Esperen, tengo una idea!" - dijo Catarina, encogiéndose de hombros. "Podemos trabajar juntos. Los insectos pueden volar y ayudar a guiarme."
Así, unió fuerzas con sus amigos. Cada uno, con su talento único, encontró una forma de sortear el muro de espinas. Las mariposas volaron alto, llevando la idea de la mejor ruta; las hormigas formaron una cadena para sostener a Catarina, y el saltamontes saltó alto para observar cualquier peligro.
Pasaron muchas horas, pero finalmente lograron cruzar.
Después de tanto esfuerzo, llegaron a un claro radiante que parecía brillar. Sus ojos se iluminaron al ver un jardín lleno de flores brillantes, con mariposas danzantes y una paz inigualable.
"¡Lo logramos!" - gritó Catarina, llena de felicidad.
"Esto es hermoso, pero no veo el árbol que cumple deseos", dijo la abeja en voz baja.
En ese momento, un viejo búho apareció en una de las ramas.
"¡Hola, pequeños viajeros!" - declaró el búho con su voz profunda. "Bienvenidos al Jardín de los Sueños. Aquí los deseos se cumplen, pero sólo si están llenos de amor y bondad. ¿Qué desean?"
"Yo deseo que todos los seres del bosque vivan siempre en paz y armonía", dijo Catarina con seguridad.
"Y yo deseo poder volar como tú", dijo la mariposa emocionada.
"Yo quiero que nuestra colonia sea siempre feliz y trabajadora", agregó la abeja.
El búho sonrió y alzó su varita mágica. Las luces comenzaron a brillar más intensamente.
"Sus deseos están llenos de amor y bondad. ¡Se harán realidad!"
Y así, en un abrir y cerrar de ojos, el jardín floreció con aún más vida. Los insectos, con su nueva alegría, aprendieron a ser más solidarios y a valorar la amistad.
De regreso a casa, Catarina sintió una gran calidez en su corazón.
"Hoy, aprendí que juntos somos más fuertes y que los mejores deseos son aquellos que incluyen a los demás".
Desde aquel día, Catarina no sólo se convirtió en una vaquita de San Antonio con un delantal de flores, sino también en una amiga y un símbolo de ayuda para todas las criaturas del bosque, recordándoles que los sueños pueden hacerse realidad cuando se comparten con amor.
FIN.