Catuxa y la pócima mágica de la fraga gallega


Catuxa, la druída del bosque gallego, estaba preocupada. La fraga, ese hermoso bosque lleno de vida y magia, estaba en peligro. Los árboles estaban perdiendo su vitalidad y los animales se mostraban intranquilos. Catuxa sabía que algo tenía que hacer, así que decidió emprender un viaje en busca de una pócima mágica que pudiera ayudar a revitalizar la fraga. Con su bastón de avellano en mano, la druída partió en busca de la pócima, sabiendo que su misión no sería fácil.

En su camino, Catuxa se encontró con una pequeña ardilla llamada Peludiña. -¿A dónde te diriges, Catuxa? - preguntó la curiosa ardilla. -Busco una pócima mágica para ayudar a la fraga gallega. Está en peligro y necesito encontrar algo que le devuelva su vitalidad- respondió la druída con determinación. Peludiña se ofreció a ayudar a Catuxa, ya que conocía el bosque como la palma de su pata. Juntas, se adentraron aún más en el bosque, sorteando arroyos y esquivando ramas, en busca de la pócima mágica.

Tras un largo viaje, llegaron a un claro en el bosque donde se encontraba la Madre Naturaleza, una anciana sabia que cuidaba de la fraga desde tiempos inmemoriales. -Hola, Catuxa. Sé por qué has venido- dijo la Madre Naturaleza con una sonrisa comprensiva. -La fraga está en peligro, pero para obtener la pócima mágica necesitarás demostrar tu compromiso con su cuidado- explicó la anciana. Catuxa, consciente de la importancia de su misión, aceptó de inmediato el desafío. La Madre Naturaleza le encomendó tres tareas: limpiar el arroyo, plantar nuevos árboles y cuidar a un pajarito herido. Con la ayuda de Peludiña, Catuxa se dispuso a cumplir con las tareas encomendadas.

Día tras día, la druída y la ardilla trabajaron incansablemente para restaurar la armonía en la fraga. Limpiaron el arroyo de residuos, plantaron árboles jóvenes y cuidaron al pajarito herido hasta que estuvo listo para volver a volar. Su esfuerzo y dedicación no pasaron desapercibidos, y la fraga comenzó a recuperar su vitalidad poco a poco. La Madre Naturaleza, complacida con el compromiso de Catuxa, le reveló la ubicación de la pócima mágica que tanto buscaba. Con la pócima en sus manos, Catuxa regresó a la fraga para aplicarla con cuidado y devolverle su esplendor.

Con el paso de los días, la fraga gallega volvió a brillar con todo su esplendor. Los árboles reverdecieron, los animales retomaron sus cantos y el bosque recuperó su vitalidad. Catuxa, con una sonrisa en el rostro, supo que su esfuerzo había valido la pena. Desde entonces, enseña a los niños y niñas de Galicia la importancia de cuidar y proteger la fraga, transmitiéndoles la magia de la naturaleza y el valor del compromiso con el medio ambiente.

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