Celebrando la Diversidad



Había una vez en la selva un cocodrilo llamado Coco. Coco era amigable y siempre tenía una sonrisa en su rostro, pero había algo que lo hacía sentir triste: sus compañeros de clase lo discriminaban por ser diferente.

Cada día, cuando llegaba al colegio, los demás animales se reían de él y le hacían bromas pesadas.

El pato decía que sus dientes eran demasiado grandes, el pingüino se burlaba de su piel áspera, la jirafa se mofaba de su corta estatura y el pez le recordaba constantemente que no podía nadar tan rápido como ellos. Coco estaba cansado de esta situación. No entendía por qué todos los animales lo juzgaban solo por su apariencia.

Un día, mientras caminaba tristemente por la orilla del río, vio a un oso acercarse. El oso se llamaba Bruno y era conocido en toda la selva por ser amable y comprensivo.

Coco decidió darle una oportunidad y contarle cómo se sentía. - Hola Bruno -dijo Coco tímidamente-. Me siento muy solo en el colegio porque todos mis compañeros me discriminan por mi aspecto.

Bruno miró a Coco con ternura y dijo: -Entiendo cómo te sientes, pero recuerda que cada uno de nosotros es especial a nuestra manera. No debemos juzgar a los demás solo por su apariencia. ¿Has intentado hablar con tus compañeros sobre esto? Coco negó con la cabeza.

-No me atrevo porque tengo miedo de que se rían aún más de mí. Bruno sonrió tranquilizadoramente y dijo: -Te propongo algo, Coco. Mañana, cuando vayamos al colegio, te acompañaré y hablaré con tus compañeros. Quizás no se den cuenta de cómo te hacen sentir.

Al día siguiente, Coco y Bruno llegaron juntos al colegio. Los demás animales los miraron sorprendidos. Bruno llamó a todos para que se reunieran en el patio. - Amigos -dijo Bruno con voz firme-.

Hoy quiero que escuchemos a Coco. Él tiene algo importante que decirnos. Coco tomó aire y habló desde el corazón: -Compañeros, me siento muy triste cuando me discriminan por mi apariencia. Todos somos diferentes y eso nos hace únicos.

No deberíamos juzgarnos unos a otros por cómo lucimos. Los demás animales se miraron entre sí, reflexionando sobre las palabras de Coco. Poco a poco, comenzaron a darse cuenta de lo injusto que habían sido.

El pato fue el primero en disculparse: -Perdona Coco, nunca quise hacerte sentir mal por tu aspecto. Uno tras otro, el pingüino, la jirafa y hasta el pez pidieron perdón también por sus acciones pasadas. Desde ese día en adelante, la selva cambió para mejor.

Coco ya no se sentía solo ni discriminado porque ahora tenía amigos verdaderos que lo aceptaban tal como era.

Los animales aprendieron una valiosa lección: no debemos juzgar a las personas por su apariencia exterior; lo importante es su corazón y cómo nos tratan. Y así vivieron felices todos los días en la selva, recordando siempre que cada uno es especial a su manera y que nunca debemos juzgar a los demás por su apariencia.

FIN.

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