Celeste y el Color de la Felicidad



Celeste era una niña de 12 años que vivía en un barrio muy alegre de Buenos Aires. Tenía una sonrisa radiante y un corazón lleno de sueños. Aunque su familia estaba formada por 5 personas—sus padres, su hermano mayor Lucas, su hermana menor Sofía y su abuelo Federico—no todo era perfecto en su hogar.

Un día, mientras Celeste caminaba hacia la escuela, se detuvo al ver un mural con colores vibrantes pintado en la pared de una casa.

"¡Qué hermoso!" exclamó Celeste. "¿No te parece, Sofía?"

"Sí, pero al papá no le gustan los colores. Dice que hay que ser responsables y serios," respondió Sofía, encogiendo los hombros.

Celeste, a pesar de las dificultades que atravesaba su familia, siempre buscaba la manera de ver el lado positivo de las cosas. Esa tarde, decidió que haría algo especial por su familia. Se le ocurrió organizar una noche de actividades familiares. Prepararía juegos, tendría una merienda colorida y contaría historias.

Al llegar a casa, le emocionó la idea y empezó a cocinar algunas galletas. Mientras mezclaba los ingredientes, su mamá entró a la cocina.

"Celeste, ¿qué haces?" preguntó con curiosidad.

"Estoy preparando una sorpresa para esta noche, mamá. ¡Quiero que tengamos una noche divertida!"

"Me encanta la idea. Necesitamos un poco de diversión y alegría en este hogar."

Su mamá sonrió y se unió a ella en la cocina.

Cuando Lucas llegó de la escuela, encontró un ambiente diferente en casa.

"¿Qué te pasa, Celeste? Estás más emocionada que de costumbre," dijo mientras dejaba su mochila.

"Es una sorpresa, pero prometo que será genial!" respondió Celeste, lo que hizo que Lucas se sintiera intrigado.

Más tarde, compartieron una cena juntos y Celeste, con voz entusiasta, reveló su plan para la noche.

"¡Haremos juegos de mesa, contaremos historias y habrá música!"

"Me parece genial, pero el abuelo seguramente no querrá jugar", comentó Lucas.

"Yo creo que con la actitud correcta, podemos hacerlo participar. ¡Él adora las historias!"

La noche se acercaba, y mientras la familia se preparaba, Celeste decidió que, además de juegos y cuentos, vestiría la casa de colores con papel crepé y flores. De este modo, los problemas cotidianos de su familia no serían tan pesados.

Finalmente comenzó la noche. La casa brillaba con colores, cada rincón respiraba alegría.

"¿Listos para las historias?" preguntó Celeste con entusiasmo.

"¡Sí!" gritaron todos.

El abuelo Federico, que hasta ese momento había permanecido un poco serio, se dejó llevar por el ambiente y comenzó a contar chistes antiguos y anécdotas de su infancia. Todos reían y se divertían, incluida Sofía, quien generalmente permanecía más reservada.

"Te quiero mucho, abuelo," le dijo Sofía con una gran sonrisa.

"Y yo a ustedes, pequeños traviesos. Nunca dejen de buscar el color en la vida!"

La noche continuó con risas, juegos y un sentimiento de unidad que hacía tiempo que no se sentía en el hogar. Celeste se dio cuenta de que, a pesar de las diferencias y las tensiones familiares, siempre había oportunidades para crear momentos especiales. Esto la llenó de gratitud y esperanza.

Al finalizar la noche, cada uno de los miembros de la familia expresó su agradecimiento.

"Gracias, Celeste, por recordarnos lo divertido que puede ser estar juntos," dijo Lucas.

"¡Sí! Fue la mejor noche de todas!" agregó Sofía con entusiasmo.

Finalmente, Celeste se dio cuenta de que su familia, a pesar de las dificultades, era un regalo. Con un brillo en sus ojos, prometió seguir buscando siempre el color de la felicidad en su hogar.

Y así, en su pequeño rincón del mundo, Celeste aprendió que la verdadera fortuna no estaba en tener una vida perfecta, sino en tener la capacidad de disfrutar cada momento compartido con sus seres queridos. La vida estaba llena de matices, y ella se transformó en la artista que colorearía su hogar, una sonrisa a la vez.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!