Celeste y el Viaje a la Era de los Dinosaurs
Era una tarde nublada en el parque, y Celeste, una curiosa niña de diez años, se encontraba sentada en un banco, soñando con aventuras. Tenía un amor especial por los dinosaurios y su ídolo favorito era el gran paleontólogo, el Dr. Dino Rojas. Mientras leía su libro sobre las criaturas prehistóricas, de repente, un resplandor apareció frente a ella. Sin pensarlo dos veces, Celeste tocó la luz y, ¡zas! , se encontró en un lugar desconocido.
—¿Dónde estoy? —preguntó, un poco asustada pero muy emocionada.
Al mirar alrededor, vio enormes árboles y escuchó sonidos extraños. De pronto, un pequeño dinosaurio corrió hacia ella, un velocirraptor.
—¡Hola! —dijo el dinosaurio—. Soy Veloci, ¿quién sos?
—¡Hola, Veloci! Soy Celeste, y... ¡no puedo creerlo, estoy en la era de los dinosaurios! —exclamó con alegría.
—Sí, lo estás. Pero tienes que tener cuidado, hay un T-Rex cerca —avisó Veloci.
Celeste asintió con la cabeza, recordando todas las cosas que había leído sobre los dinosaurios. Mientras caminaban juntos, decidió que debía encontrar al Dr. Dino Rojas.
—¿Has visto a un paleontólogo? —preguntó Celeste.
—No, pero… sé dónde hay una gran roca, y siempre hay científicos mirando en lugares así. ¡Vamos! —dijo Veloci emocionado.
Caminaron por un sendero lleno de plantas tropicales, cuando de repente, un sonido ensordecedor hizo temblar el suelo. Era un T-Rex que rugía con fuerza.
—¡Corre! —gritó Veloci.— ¡Hacia la roca!
Ambos corrieron mientras el T-Rex se acercaba. Con un salto, llegaron justo a la roca. Celeste, con el corazón latiendo rápido, sintió que un fuerte viento soplaba y de repente…
—¡Esperen! —gritó una voz extraña desde detrás de la roca.
Celeste se dio la vuelta y vio al Dr. Dino Rojas. Frunció el ceño al ver a un niño corriendo junto a un velocirraptor.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó.
Celeste, sin aliento, le explicó su historia y cómo había llegado allí.
—¡Increíble! —dijo el Dr. Dino—. Pero te debo una advertencia, debes regresar pronto, porque el tiempo es muy poderoso.
Celeste asintió, comprendiendo que la aventura debía llegar a su fin.
—¡Pero, Dr. Rojas! —dijo ella entusiasmada—. Me encantaría aprender más de los dinosaurios contigo.
—Por supuesto, pero hay un camino que debes recorrer —respondió él—. Acompáñame y te enseñaré lo que sé.
Así que junto a Veloci y el Dr. Rojas, Celeste vivió un día increíble aprendiendo sobre la era de los dinosaurios, y la importancia de cuidarlos para siempre. Hicieron huellas de dinosaurios en la arena, tomaron fotos con plantas prehistóricas y hasta palearon un poco para encontrar fósiles.
Sin embargo, el tiempo no se detiene, y antes de que se dieran cuenta, el cielo comenzó a oscurecerse.
—Debo regresar —dijo Celeste con tristeza, pero también con una gran sonrisa.
—No te preocupes, siempre podrás volver si aprendes muchas cosas sobre la ciencia —dijo el Dr. Rojas—. La curiosidad te llevará lejos.
De repente, la luz resplandeciente apareció nuevamente. Con un abrazo apretado a Veloci, Celeste dio un paso al frente y, en un instante, volvió a su parque. Sostenía en sus manos un pequeño fósil, un recuerdo de su aventura.
Desde ese día, Celeste no solo fue una gran amante de los dinosaurios, sino también una ferviente seguidora de la ciencia. Comenzó a investigar, a escribir sobre su experiencia y a participar en clubes de ciencia en su escuela. Y aunque nunca volvió a viajar en el tiempo, siempre recordaba a su amigo Veloci y al Dr. Dino Rojas, y sabía que lo más importante era seguir aprendiendo cada día.
FIN.