Cena de amistad


Había una vez una niña llamada Sofía, que era muy buena amiga de un chico llamado Tomás. Siempre compartían momentos juntos, pero nunca habían tenido ninguna intención romántica entre ellos.

Un día, Sofía y Tomás decidieron ir a cenar juntos a un restaurante nuevo en la ciudad. Mientras esperaban su comida, comenzaron a hablar sobre sus vidas y planes para el futuro. - ¿Y qué piensas estudiar en la universidad? - preguntó Sofía.

- Me gustaría estudiar ingeniería mecánica - respondió Tomás. - ¡Eso es genial! Yo quiero estudiar medicina - dijo Sofía emocionada. De repente, llegó su comida y ambos comenzaron a disfrutarla mientras seguían charlando animadamente.

Pero entonces, algo extraño ocurrió: el camarero les trajo otro plato de comida que no habían pedido. - Lo siento mucho - se disculpó el camarero -. Es nuestra culpa. Pueden quedárselo como cortesía del restaurante.

Sofía y Tomás se miraron sorprendidos por el gesto generoso del restaurante. Decidieron compartirlo entre los dos y siguieron disfrutando de su cena sin ningún problema más. Cuando terminaron de comer, pidieron la cuenta al camarero.

Pero nuevamente ocurrió algo extraño: les dijeron que ya estaba pagada por otra persona anónima en el restaurante. Sofía y Tomás se quedaron atónitos ante tanta generosidad e inmediatamente comenzaron a buscar quién podría haber sido esa persona tan amable con ellos. Sin embargo, nadie parecía conocer nada al respecto.

Después de ese momento tan especial, Sofía y Tomás se dieron cuenta que no necesitaban tener roces románticos para disfrutar de una cena juntos. Simplemente el hecho de compartir un buen momento con alguien valioso era suficiente para sentirse felices.

Desde entonces, siguieron siendo grandes amigos y siempre recordaron esa noche en la que la generosidad del restaurante les enseñó una gran lección sobre la importancia de valorar las relaciones sin ningún tipo de presión o expectativa.

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