Cenicienta, la joven alegre



En un lugar muy lejano, vivía una joven llamada Cenicienta. A pesar de vivir con su madrastra y sus dos hermanastras, ella siempre mantenía una sonrisa en su rostro y un brillo en sus ojos.

Cenicienta tenía dos grandes pasiones en la vida: cocinar deliciosos platos y bailar al compás de la música. Aunque sus tareas en la casa eran arduas, nunca perdía la esperanza de cumplir sus sueños.

Un día, el reino organizó un gran baile al que todas las jóvenes estaban invitadas, y Cenicienta anhelaba asistir. Sin embargo, su madrastra y hermanastras le negaron la posibilidad de ir. Con el corazón entristecido, Cenicienta se refugió en la cocina, donde encontraba consuelo en creaciones culinarias.

Mientras tanto, en el castillo real, el príncipe también ansiaba encontrar a su compañera de baile. Decidido a no rendirse, organizó un baile adicional al que todas estaban nuevamente invitadas.

Al enterarse de la noticia, la madrastra y hermanastras de Cenicienta se prepararon con entusiasmo, dejando a Cenicienta con sus quehaceres. Con la ayuda de sus amigas las aves y roedores del bosque, Cenicienta logró confeccionar un hermoso vestido para asistir al baile.

Cuando sus malvadas familiares partieron, Cenicienta se encontró sola y desanimada, sin embargo, un destello de luz apareció ante ella. Una hermosa hada madrina se presentó y, con un toque mágico, transformó un calabazín en un carruaje y a los animales en elegantes lacayos.

Con su hermoso vestido y zapatillas de cristal, Cenicienta llegó al baile deslumbrando a todos. El príncipe quedó maravillado por su gracia y belleza, bailando toda la noche juntos. En su huida apresurada, Cenicienta perdió una de sus zapatillas de cristal.

El príncipe decidió buscar a la misteriosa dama que lo había conquistado. La zapatilla, al fin, le condujo hasta la humilde morada de Cenicienta. Al probársela, la zapatilla encajó perfectamente y el príncipe reconoció a su amada.

Cenicienta encontró en ese momento la felicidad que anhelaba, recordando que nunca hay que perder la esperanza y que la amabilidad y bondad siempre triunfan sobre la adversidad.

FIN.

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