Cenicienta y la sorpresa de las hadas


Había una vez una joven llamada Cenicienta, quien vivía en la casa de su malvada madrastra junto a sus crueles hermanastras. Cenicienta se sentía triste todos los días, soportando las duras tareas domésticas impuestas por su familia. Un día, las hermanastras fueron invitadas a una lujosa fiesta en el castillo real. Cenicienta anhelaba acompañarlas, pero su madrastra le negó rotundamente el permiso, dejándola sola en la casa.

Mientras Cenicienta se encontraba desconsolada en el jardín, una suave brisa comenzó a agitar las hojas de los árboles. De repente, tres hermosas hadas aparecieron frente a ella. -¿Por qué lloras, querida Cenicienta? - preguntó la hada mayor con voz melodiosa. Cenicienta, sorprendida, les contó sobre su tristeza y su deseo de asistir a la fiesta. Las hadas, conmovidas por su historia, decidieron ayudarla. Con un toque de su varita, transformaron su harapiento vestido en un deslumbrante atuendo y convirtieron una calabaza en un majestuoso carruaje.

- Pero recuerda, debes regresar antes de medianoche -advirtieron las hadas antes de desaparecer en destellos brillantes. Cenicienta se dirigió emocionada al castillo, donde impactó a todos con su belleza y gracia. El príncipe quedó cautivado por su encanto, y juntos bailaron hasta el anochecer.

Justo cuando el reloj marcaba las doce campanadas, Cenicienta recordó la advertencia de las hadas y huyó del castillo dejando atrás uno de sus zapatos de cristal. El príncipe, determinado a encontrar a la misteriosa joven, recorrió el reino probando el zapato en el pie de cada doncella.

Finalmente, llegó a la humilde morada de Cenicienta. Las hermanastras intentaron en vano calzar el zapato, pero este solo encajó perfectamente en el pie de Cenicienta. El príncipe, maravillado por su belleza, la invitó a acompañarlo al castillo, donde vivieron felices para siempre.

Cenicienta aprendió que el valor y la bondad nunca pasan desapercibidos, y que las buenas acciones pueden atraer la magia de las hadas, transformando todo a su alrededor. Así, la tristeza de Cenicienta se desvaneció, dejando lugar a la esperanza y la alegría en su corazón.

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