César y el árbol de los secretos



César era un niño feliz que vivía en un pintoresco barrio de Buenos Aires. Todos los días, después de la escuela, él y sus amigos se reunían en un antiguo parque donde había un enorme y hermoso árbol. Este árbol era especial, porque siempre parecía escuchar y guardar los secretos de los niños.

Un día, mientras jugaban a las escondidas, César vio a una nueva niña en el parque. Era Valentina, y tenía una sonrisa que iluminaba el día más nublado. Su risa era contagiosa y, desde ese momento, César sintió algo diferente en su corazón.

- “Hola, soy César. ¿Querés jugar con nosotros? ” -le dijo él, sintiendo que su voz temblaba un poco.

- “¡Hola! Me encantaría. Me llamo Valentina.” -respondió ella con una gran sonrisa.

Ambos pronto se hicieron amigos y empezaron a jugar juntos cada tarde. César se dio cuenta de que cuando Valentina estaba cerca, su corazón latía más rápido y su rostro se sonrojaba. Era un sentimiento nuevo y emocionante, como si tuviera mariposas en el estómago.

Una tarde, mientras estaban sentados bajo el árbol, César se animó a compartir su secreto.

- “Valentina, tengo algo importante que decirte.” -dijo César, un poco nervioso.

- “¿Qué es, César? ” -preguntó ella, con curiosidad.

- “Creo que me gusta… me gusta mucho jugar contigo. Eres especial para mí.”

Valentina lo miró sorprendida, pero luego sonrió.

- “¡A mí también me encanta jugar contigo! Eres un gran amigo.”

César se sintió aliviado, pero no era exactamente lo que quería decir. A pesar de eso, se sintió feliz de tener una amiga tan especial.

Pasaron los días y César decidió que quería hacer algo especial por Valentina. Un miércoles, antes de que ella llegara, comenzó a recolectar flores del parque para hacerle una hermosa corona.

Cuando Valentina apareció, César le mostró su creación.

- “¡Mirá! Hice esto para vos. Es una corona de flores. Creo que te queda hermosa.”

Valentina se sonrojó y sonrió de oreja a oreja.

- “¡Qué lindo, César! Muchas gracias. ¡Me encanta! ”

En ese momento, César sintió que su corazón estaba lleno de felicidad. Había logrado hacer algo que la hacía sonreír, y eso lo llenaba de alegría.

Sin embargo, un día, Valentina le dijo algo que sorprendió a César.

- “César, tengo que mudarme. Mi papá encontró trabajo en otra ciudad.” -dijo ella con tristeza en los ojos.

César sintió que su corazón se rompía.

- “No... ¡No puede ser! ¿Pero cuándo te vas? ”

- “La próxima semana. No quiero irme, pero no tengo opción.” -respondió Valentina, con la voz temblorosa.

César, sintiendo la necesidad de hacer algo para demostrarle cuánto la quería, decidió organizar una despedida sorpresa en el parque para ella. Habló con sus amigos y todos estuvieron de acuerdo.

El día de la despedida, el parque estaba decorado con globos de colores y había una gran torta de chocolate. Todos esperaban emocionados a que Valentina llegara.

Cuando llegó, sus ojos se llenaron de lágrimas al ver la sorpresa.

- “¡Oh! ¡No puedo creerlo! ¡Es hermoso! ” -exclamó Valentina, abrazando a César.

- “Queríamos que tu despedida fuera especial, porque eres una gran amiga para nosotros.” -dijo César, sintiendo que su corazón latía con fuerza.

Después de celebrar, Valentina subió al escenario improvisado.

- “Gracias por ser tan buenos amigos. Los voy a extrañar a todos, pero siempre recordaré este lugar y a cada uno de ustedes. ¡Los quiero! ”

César sintió que una lágrima caía por su mejilla, pero al mismo tiempo, se dio cuenta de que el amor no solo era para una persona, sino para todos sus amigos.

Días después, cuando Valentina se fue, César se sentó bajo el árbol, pensando en todos esos momentos felices que compartieron.

- “El amor es lindo, pero a veces duele un poco. Debo seguir adelante y recordar lo felices que fuimos.” -se dijo a sí mismo.

Y así, César aprendió que el primer amor puede ser inesperado, pero también ayuda a crecer, a sentir y a recordar que, en la vida, siempre habrá nuevos amigos y aventuras por vivir.

Con cada día que pasaba, el recuerdo de Valentina seguía en su corazón, y siempre que miraba al árbol, abría su alma para contarle todos sus secretos, porque el árbol los había guardado y los guardaría por siempre.

FIN.

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