César y la Aventura de la Casita Azul
César era un niño como cualquier otro, pero tenía algo especial: una capa roja brillante que lo hacía sentir como un verdadero superhéroe. Todos los días, al llegar al Liceo La Casita Azul, se ponía su capa, convencido de que podía hacer la diferencia. Hoy, sin embargo, era un día diferente. Mientras caminaba por el pasillo, escuchó un alboroto en el aula de arte.
"¡César, ven!" - gritó su amiga Sofía, mientras salía corriendo del aula.
César se acercó rápidamente. En el aula, los alumnos estaban discutiendo sobre quién pintaría el mural del patio. Los colores volaban de un lado a otro, y la tensión se palpaba en el aire.
"¡Necesitamos un plan!" - exclamó Tomás, un chico al que todos admiraban por sus habilidades artísticas.
"No podemos seguir así. Todos quieren participar, pero nadie se pone de acuerdo" - dijo Malena, otra compañera.
César, viendo el caos, sintió que era su momento de brillar. Sacó su capa y se la puso con más orgullo.
"¡Esperen! ¿Qué tal si organizamos un concurso de ideas?" - propuso César, emocionado.
"¿Un concurso?" - preguntó Sofía.
"Sí, cada uno puede presentar su idea y luego votamos. De esa manera, todos participan y elegimos lo que más le guste a todos" - explicó César, poniendo su mano en su cadera como un verdadero héroe.
La idea fue recibida con entusiasmo. Todos acordaron que tenían que presentar sus bocetos en una semana. Entonces, César empezó a recorrer la clase, ayudando a sus compañeros a pulir sus ideas. Durante los días siguientes, incluso se reunió con algunos estudiantes en el patio para ayudarles a armar sus propuestas.
Finalmente, llegó el día de las presentaciones. Todos tenían excelentes propuestas. Había voces alegres y risas por doquier. Sin embargo, un grupo de alumnos se veía preocupado.
"¿Y si nuestra idea no es elegida?" - murmuró Lucas, visiblemente desanimado.
"No te preocupes, Lucas. Lo importante es que todos estamos divirtiéndonos y aprendiendo juntos" - lo animó César.
Cuando llegó el momento de votar, César tomó un papel y escribió el nombre de su mural preferido. Al final, fue el mural de Lucas, una hermosa representación de amistad y unidad, el que ganó.
"¡Felicidades, Lucas!" - gritaron todos mientras aplaudían.
"Gracias, pero esto fue un trabajo de todos. César nos ayudó a organizarlo todo" - respondió Lucas, sonrojándose.
César sonrió, satisfecho de haber podido ayudar y unir a sus compañeros en esta aventura. Pero, antes que pudieran comenzar a pintar, un ruido fuerte sonó desde el pasillo. Alguien había derramado pintura en el suelo, creando un gran estropicio.
"¡Oh no!" - exclamó Malena.
César rápidamente se puso su capa de nuevo.
"¡No se preocupen! Hay que actuar como verdaderos superhéroes. ¡Vamos a ayudar a limpiar!"
Todos se miraron sorprendidos, pero enseguida comenzaron a trabajar juntos. Algunos traían trapos, otros agua, y César dirigía los esfuerzos. La limpieza fue rápida, y poco a poco, el caos se convirtió en risas y compañerismo.
"¿Ves? Podemos ser superhéroes todos juntos" - le dijo César a Sofía mientras se limpiaban las manos con un trapo.
"Es verdad, César. Lo que importa es unirnos y ayudarnos entre todos" - respondió ella con una sonrisa.
La jornada terminó con un gran picnic en el patio, mientras la pintura del mural iba tomando forma. César, con su capa ondeando al viento, se sintió más que un superhéroe. Se sintió parte de algo más grande: un grupo de amigos que puede enfrentar cualquier desafío unidos.
Y así, el Liceo La Casita Azul se llenó de color, creatividad y la certeza de que todos, incluso los más pequeños, pueden hacer grandes cosas si trabajan juntos y se apoyan mutuamente. César siguió siendo un niño con una capa, pero sobre todo, se convirtió en un verdadero líder entre sus pares, y nada lo hacía más feliz.
FIN.