Chachalaqo y el zorro astuto



Había una vez un zorro llamado Zorrito, que vivía en un bello bosque lleno de conejos, pájaros y todo tipo de animales. Zorrito siempre había tenido una sola obsesión: ¡comer conejos! Cada vez que veía uno, su pancita hacía ruidos y no podía evitar seguirlo hasta su escondite.

Un día, el dueño de Zorrito, un granjero llamado Don Ramón, decidió que ya era hora de hacer algo al respecto. Sabía que los conejos eran muy importantes para el bosque, así que se le ocurrió una idea: comprar un perro que pudiera cuidar de ellos. Así fue como llegó a la granja un simpático perro llamado Chachalaqo.

Chachalaqo era un perro lleno de energía y alegría. Al llegar, se presentó a los animales del bosque con un ladrido amistoso:

"¡Hola a todos! Soy Chachalaqo, el nuevo guardián de este lugar. ¡Espero que podamos ser amigos!"

Los conejos, que estaban un poco asustados, le dijeron:"¿Nos vas a proteger de Zorrito?"

"Claro que sí! Mi misión es asegurarme de que todos estén a salvo", respondió Chachalaqo, moviendo su cola de un lado a otro.

Pero Zorrito no estaba dispuesto a dejar que un perro arruinara su próximo almuerzo. Esa misma noche, ideó un plan. Se acercó sigilosamente a la madriguera de los conejos mientras Chachalaqo dormía, y susurró:

"¡Conejos, conejitos! Vengan aquí, tengo un secreto muy especial para contarles."

Los conejos se asomaron cautelosamente y preguntaron:

"¿Qué secreto, Zorrito? ¿Por qué deberíamos confiar en vos?"

Zorrito, astuto como siempre, dijo:

"Les prometo que, si vienen aquí, les enseñaré a saltar más alto que nunca y a correr más rápido. ¡Les aseguro que se divertirán!"

Los conejos, intrigados por lo que Zorrito tenía para ofrecer, comenzaron a acercarse. En ese momento, Chachalaqo, que había escuchado todo desde su lugar, se levantó de un salto y exclamó:

"¡Alto ahí! ¡No dejen que Zorrito los engañe! Sé que quiere comerlos. ¡Debemos quedarnos cerca y trabajar juntos!"

Zorrito, al ver a Chachalaqo, se dio cuenta de que su plan estaba fallando. Pero no se rinde tan fácilmente. Pensó en un nuevo giro. Se volvió a los conejos y les dijo:

"Okay, okay, me retiro. Pero... ¿no les gustaría conocer el lugar donde crecen las zanahorias más sabrosas?"

Los conejos se miraron entre sí, confundidos. Sin embargo, Chachalaqo no se dejó engañar. Decidió que sería el primero en explorar la ruta hacia las zanahorias, así que les dijo a los conejitos:

"Yo los llevaré. Estaré con ustedes, ¡no hay nada que temer!"

Zorrito se sintió frustrado. ¿Cómo podría lograr su plan si Chachalaqo siempre estaba un paso adelante? Pero entonces tuvo una idea brillante. Se acercó a Chachalaqo, fingiendo estar amistoso:

"Oye, amigo perro, ¿qué tal si hacemos una carrera hasta la colina? El primero en llegar le dirá a todos los animales quién es el mejor guardián. ¿Qué opinás?"

Chachalaqo, siempre ansioso por jugar, sonrió y aceptó:

"¡Perfecto! Pero no subestimes mi velocidad."

Ambos comenzaron a correr, pero Chachalaqo, siendo un gran atleta, se dio cuenta de que Zorrito lo estaba llevando hacia un área que conocía bien: el camino hacia los conejos. En el camino, decidió que tenía que hacer algo. Así que, justo cuando iban a llegar a la colina, Chachalaqo dio un salto y se echó a rodar en el suelo:

"¡Oh, mira! ¡Un montón de flores bellas! ¡Vamos a jugar un rato!"

Zorrito, confundido y sin saber qué hacer, se detuvo. Mientras Chachalaqo jugaba, los conejos fueron acercándose y observaron la escena. Entonces, decidieron aprovechar la oportunidad y se dispusieron a distraer a Zorrito.

"¡Conejos, alineémonos y hagamos una 'carrera extra-féliz'! ¡Chachalaqo, vení!"

Chachalaqo, viendo cómo los conejos saltaban y brincaban alegremente, se unió a ellos, dejando de lado a Zorrito. El zorro, que estaba al borde de la frustración, tuvo que observar cómo se divertían y, por un momento, se sintió triste. Se dio cuenta de que no quería ser el enemigo de los conejos, solo quería un amigo.

Con ese pensamiento, dio un paso hacia adelante y les dijo:

"¿Puedo unirme a ustedes? No quiero hacerles daño. Solo quiero jugar y tener amigos. Y tal vez... ya no me gusten tanto los conejos como antes..."

Los conejos, sorprendidos, se miraron entre ellos. Después de un momento de incertidumbre, Chachalaqo, con su voz amable, respondió:

"Claro que sí, Zorrito. Todos pueden ser amigos en este bosque. Pero solo si prometés no comer a ninguno de nosotros. ¡Podemos jugar juntos!"

Zorrito sonrió y aceptó la propuesta. Desde ese día, los tres, Zorrito, Chachalaqo, y los conejitos, se convirtieron en grandes amigos. Jugaron, corrieron y saltaron juntos, creando un vínculo especial en el bosque. Zorrito aprendió que la amistad era mucho más valiosa que un plato de conejo, y además, descubrió que el sabor del juego y la risa era lo que realmente alimentaba su corazón.

Y así, un nuevo capítulo comenzó en el bosque, donde todos vivieron felices, protegiéndose y cuidándose unos a otros. En el fondo de sus corazones, sabían que la verdadera historia era la de la amistad.

FIN.

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