Charly y el Canto del Bosque
Había una vez un niño llamado Charly, que tenía una curiosidad infinita por las aves. Desde que tenía memoria, pasaba sus días investigando sobre ellas, observando cómo volaban y escuchando sus hermosos cantos. Su mamá siempre le decía:
"Charly, ten cuidado cuando salgas a explorar. No te alejes mucho de casa."
Pero Charly estaba decidido a conocer más sobre el mundo que lo rodeaba. Así que un día, armado con su cuaderno de notas y un pequeño catalejo, se aventuró en un bosque cercano a su casa. Cuando llegó, el bosque lo envolvió en un sinfín de sonidos. Los trinos, chirridos y cantos de las aves lo llenaron de alegría.
"¡Qué maravilla!" exclamó Charly, mientras dibujaba un colibrí zumbando cerca de una flor.
Se puso a seguir los cantos de los pájaros, cada vez más entusiasmado, hasta que de repente, se distrajo con el canto melodioso de un canario. Se movió de un lado a otro mientras anotaba en su cuaderno, y en un momento, se dio cuenta de que no sabía hacia dónde había ido.
"Oh no, ¿dónde está el camino de vuelta?" se preguntó Charly.
Los árboles eran tan altos y frondosos que ya no podía reconocer los senderos. Comenzó a caminar, pero todo le parecía igual. Pasaron los minutos y la preocupación creció. Charly no estaba solo, pues un grupo de aves lo observaba desde las ramas. Una simpática loro de colores vibrantes, llamada Lía, se acercó volando hasta él.
"¿Por qué estás tan preocupado, pequeño amigo?" preguntó Lía con su voz suave.
"Me he perdido y no sé cómo regresar a casa. Todo se ve igual" respondió Charly, un poco asustado.
"No temas, nosotros podemos ayudarte. Pero primero, ¿conoces las canciones de los pájaros?" dijo Lía.
"¡Claro que sí!" contestó Charly, pero un poco dudoso.
"Perfecto, entonces debes cantar con nosotros. Cada canto de las aves tiene su propio camino. Sigue nuestra melodía, y juntos encontraremos tu hogar." propuso Lía.
Con el corazón latiendo de emoción, Charly decidió intentarlo. Las aves comenzaron a cantar una hermosa canción que resonaba entre los árboles. Charly, siguiendo su instinto, se unió a ellas:
"¡La-la-la! ¡Canto alegre!" entonó con alegría. Las aves respondieron con trinos y chirridos que antes no había escuchado. Su música era mágica.
La loro Lía voló hacia el norte, navegando el cielo brillante mientras sus amigos continuaban el canto. Charly, sin pensarlo, empezó a seguirlas. Por el aire se sentía una conexión especial. Ya no estaba asustado; su curiosidad había regresado y al cantar comenzó a recordar el camino.
Después de un buen rato, llegaron a un claro. Charly pensó que no reconocía ese lugar. Pero cuando miró hacia el lado, vio el gran árbol que había conocido junto a su casa.
"¡Mirá! ¡Logramos encontrar el camino!" gritó Charly, llenándose de alegría. Las aves sonrieron y celebraron con un canto entrañable.
"Siempre que necesites ayuda, recuerda que la naturaleza siempre está a tu lado, Charly. Solo debes escuchar su música" dijo Lía, mientras revoloteaba alegremente.
"¡Muchas gracias, amigos! Este fue el mejor día de mi vida" respondió Charly mientras se despidió de sus nuevos amigos.
Y así, Charly regresó a casa, emocionado por la aventura. Aprendió que la curiosidad lo llevaría lejos, y que siempre, siempre, hay un camino de vuelta si estás dispuesto a escuchar. Desde aquel día, nunca dejó de explorar, pero siempre recordando las sabias palabras de Lía y sus amigos, y cómo el canto de las aves lo guiaba por su camino.
FIN.