Chávez y la Batalla de Fortnite



Había una vez un niño llamado Chávez. A todos sus amigos les encantaba jugar Fortnite, un famoso videojuego donde luchan en un mundo lleno de aventuras. Sin embargo, a Chávez no se le daban muy bien los videojuegos. A pesar de eso, siempre quería unirse a sus amigos.

Un día, mientras todos sus amigos se juntaban para jugar, Chávez se acercó emocionado.

"¿Puedo jugar con ustedes?" - preguntó.

"Claro, pero no te enojes si no ganamos" - dijo Andrés, uno de sus amigos.

Chávez se sentó frente a la computadora y comenzó a jugar. Al principio, todo fue confuso. No sabía cómo saltar, ni cómo atacar. Sus amigos le iban dando consejos desde el sillón:

"¡Chávez, mueve el mouse!"

"¡No, no! ¡Tenés que construir, rápido!"

A cada intento y error, Chávez no podía evitar sentirse frustrado. En una de las partidas, su personaje fue eliminado enseguida.

"¡Ay, soy el peor jugador del mundo!" - exclamó, dejando caer la cabeza.

"¡No te rindas, Chávez! Mira, todos empezamos así. ¡Lo importante es divertirse!" - lo animó Ana, otra amiga.

A pesar de empezar mal, Chávez decidió seguir intentándolo. Con cada fracaso, también aprendió algo nuevo.

"¡Mirá! Ahora sé cómo construir muros" - dijo contento una tarde, después de practicar solo durante horas.

"¡Eso es! ¡Estamos orgullosos de vos!" - le respondieron todos.

Con el tiempo, Chávez comenzó a mejorar. Si bien a veces se caía de su silla por la emoción o se enojaba cuando moría en el juego, se daba cuenta de que cada derrota era una lección. Un día, el grupo decidió participar en un torneo de Fortnite que se organizaba en su colegio.

Cuando llegó el día del torneo, Chávez estaba nervioso pero decidido.

"Si ganamos o perdemos, quiero disfrutarlo con ustedes" - dijo con una sonrisa.

"Esa es la actitud, Chávez!" - dijo Andrés, chocándole la mano.

El torneo comenzó, y mientras sus amigos luchaban desde la pantalla, Chávez empezó a coordinar y animar al equipo. Se dio cuenta de que, aunque no era el mejor jugador, podía contribuir al hacer estrategias.

"¡Vamos a la montaña! Tendremos una mejor vista" - sugirió. Y así lo hicieron.

A medida que avanzaban en el torneo, Chávez se sintió más seguro de sí mismo. Aunque no llegaron a la final, disfrutaron cada momento del juego. Al final, celebraron juntos.

"¡No importa que no hayamos ganado!" - dijo Chávez riendo.

"¡Lo hicimos bien y nos divertimos!" - añadió Ana.

Esa experiencia le enseñó mucho sobre el trabajo en equipo y la importancia de no rendirse. Al final de la jornada, los amigos decidieron que, aunque no eran los mejores jugadores, el verdadero triunfo era haberse apoyado entre sí. Chávez sonrió pensando que, a veces, el mayor desafío no era ganar, sino disfrutar del camino.

Y así, Chávez aprendió que la vida puede ser como Fortnite: lleno de retos, caídas y aprendizajes, pero siempre vale la pena intentarlo y divertirse en el proceso.

FIN.

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