Chesquita y el Mundo de las Burbuja y Mariposas



Había una vez, en un rincón mágico del mundo, una dulce niña llamada Chesquita. Tenía una sonrisa que iluminaba el día y una curiosidad insatiable. Un día, mientras jugaba en su jardín, descubrió un pequeño sendero cubierto de flores de colores brillantes. Con su espíritu aventurero, decidió seguirlo.

Chesquita caminó por el sendero y, de repente, se encontró en un mundo increíble, lleno de burbujas brillantes que flotaban en el aire y mariposas de colores que danzaban a su alrededor. "¡Wow!" exclamó Chesquita, deslumbrada por la belleza del lugar.

"¿Dónde estoy?" preguntó, viendo cómo una burbuja se acercaba a ella.

De la burbuja emergió una mariposa dorada, que sonrió y le dijo:

"¡Hola, Chesquita! Bienvenida al Mundo de las Burbuja y Mariposas. Aquí todo es posible si usas tu imaginación."

"¿Imaginación?" repitió Chesquita.

"Sí, aquí las burbujas pueden llevarte a cualquier lugar y las mariposas te guiarán. Pero debes ser valiente y aprender a creer en vos misma."

Chesquita sintió que su corazón latía de emoción. Decidió seguir a la mariposa dorada, que la llevó a un claro lleno de burbujas de todos los tamaños. Cada burbuja contenía un mundo diferente: un jardín de dulces, un océano de agua de chocolate, una montaña de juguetes.

"¿Puedo quedarme aquí para siempre?" preguntó Chesquita, asombrada.

"Puedes visitarlos, pero debes aprender algo importante, Chesquita. Cada vez que uses tu imaginación, has de volver a ser valiente para salir a explorar el mundo real también."

Chesquita entendió la lección. Así que decidió meterse en una burbuja y viajar al jardín de dulces. Allí, conoció a un niño llamado Leo que estaba triste porque nadie quería jugar con él.

"¿Por qué estás triste?" le preguntó Chesquita.

"Me gustaría tener amigos, pero no se acercan a mí."

"A veces, solo hay que ser valiente y dar el primer paso. ¿Te gustaría jugar en mi burbuja?"

Planeando una gran aventura, Chesquita, Leo y la mariposa dorada decidieron explorar juntos. Jugaron con caramelos, construyeron castillos de galletita y rieron hasta que el sol comenzó a ponerse. En ese instante, Leo dijo:

"Esto es lo más divertido que he hecho. Y gracias a vos, ahora tengo un amigo con quien compartirlo."

"¡Siempre hay que intentar! Todos merecen tener amigos."

Cuando llegó el momento de regresar, Chesquita se sintió un poco triste pero sabía que era hora de aprender otra lección. Volvió al mundo real con Leo, llevando consigo la alegría y la satisfacción de haber hecho un nuevo amigo.

Al día siguiente, Chesquita invitó a Leo a su casa. Juntos, armaron un juego donde podían compartir sus sueños y aventuras. Más niños comenzaron a unirse, y el jardín de Chesquita se convirtió en un lugar lleno de risas y compañerismo.

Cada vez que se sentía insegura, Chesquita recordaba su tiempo en el Mundo de las Burbuja y Mariposas y le decía a sí misma que la valiente aventura sería siempre posible si creía en ella y en los demás.

Y así, Chesquita aprendió que la amistad y la valentía son dos alas que permiten volar alto, como las mariposas. Y, en el fondo de su corazón, sabía que nunca dejaría de imaginar su mágico mundo.

Desde aquel día, Chesquita y Leo, junto a sus nuevos amigos, no solo exploraron su imaginación, sino también la belleza de compartir, jugar y contar historias juntos. Y sí, de vez en cuando, todo un grupo de niños volaba en burbujas por el jardín, creadas por su fe en la amistad y aventuras.

En el Mundo de las Burbujas y Mariposas, siempre hay lugar para un nuevo amigo. Fin.

FIN.

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