Chile es Amor



Había una vez, en un hermoso país llamado Chile, un pequeño pueblo llamado Colibrí. Este pueblo era conocido por sus inigualables paisajes, desde las montañas cubiertas de nieve hasta las playas doradas. Pero, a pesar de su belleza, el pueblo estaba triste porque los habitantes había olvidado cómo compartir el amor y la amistad.

Un día, mientras los niños jugaban en la plaza, una niña llamada Sol se encontró con un libro antiguo bajo un árbol. El libro tenía una tapa dorada y se titulaba 'El Secreto del Amor'. Curiosa, Sol lo llevó a casa. Al abrirlo, una luz brillante salió del libro y se materializó un pequeño espíritu llamado Amora.

"¡Hola, Sol! Soy Amora, el guardián del amor. He venido a ayudarte a recordar lo maravilloso que es compartir y ser amable con los demás", dijo el espíritu.

Sol quedó sorprendida y preguntó:

"¿Por qué todos están tan tristes en Colibrí?"

"Porque el amor se ha perdido entre ellos. Muchos solo piensan en sí mismos y no en cómo hacer felices a los demás. Pero puedo ayudarte a cambiar eso, ¿quieres?",

respondió Amora.

Entusiasmada, Sol asintió y, juntas, comenzaron a hacer un plan. La primera parada fue en la casa de su amigo Diego, que siempre estaba dibujando en su cuaderno, pero nunca compartía sus dibujos con los demás.

"Diego, vení un segundo", le gritó Sol. "¿Por qué no mostrás tus dibujos? Todos quisiéramos ver lo que hacés".

Diego dudó al principio, pero finalmente mostró su arte a los amigos que se habían reunido. Todos aplaudieron y lo animaron. Diego sonrió, por primera vez se sintió apreciado.

"¡Esto es increíble! Nunca pensé que a otros les gustaría", dijo.

"Ves, compartir lo que haces da alegría a los demás. ¡El amor se siente compartiendo!", exclamó Sol.

Amora, observando, susurró:

"¡Bien hecho! Ahora, vamos por más", y juntas siguieron su camino.

El siguiente destino fue la heladería de Doña Rita, quien había estado sola desde que su esposo falleció.

"Doña Rita, ¿por qué no hace una promoción hoy? Les puede dar un helado a los niños de la plaza", sugirió Sol.

Doña Rita sonrió y asintió:

"¡Qué buena idea! Pero, ¿estás segura de que les va a gustar a ellos?"

"¡Claro! El amor se siente en cada cucharada de helado", respondió Sol mientras abrazaba a Amora.

Así fue como, en cuestión de horas, el pueblo comenzó a llenarse de risas y alegría. Los niños disfrutaban de los helados y se sentían felices, haciendo que el amor renaciera entre ellos.

Sin embargo, había un niño en el pueblo, y su nombre era Mateo, quien siempre estaba enfadado y no quería participar. Él pensaba que el amor era un invento y no quería saber nada.

El grupo decidió acercarse a Mateo.

"Mateo, ¡vení a jugar con nosotros!", lo llamó Sol.

"No me interesa, el amor es para los débiles", respondió él, cruzándose de brazos.

Amora se acercó a Sol y le dio una idea.

"Tal vez le falte ver la calidez del amor. Mostrándole lo que siente el amor, podría cambiar de opinión".

Sol pensó en cómo hacerle entender y llegó a una conclusión. El siguiente día, le prepararon a Mateo una fiesta sorpresa.

Finalmente, el día de la fiesta llegó y Sol dijo:

"Mateo, ya que te gusta quedar dentro de tu casa, decidimos traer una fiesta a tu puerta".

Al salir, se encontró con todos sus amigos, globos de colores y una torta. Atónito, preguntó:

"¿Todo esto es para mí?"

"¡Sí! Te invitamos porque te queremos. No importa si creés o no en el amor, pero queremos que seas parte de esto", dijeron todos.

Mateo, conmovido, empezó a sonreír.

"Nunca pensé que hagan esto por mí. Creo que debo aprender a amar".

Y así, poco a poco, Mateo se unió al grupo y aprendió que el amor estaba en las cosas simples: compartir, jugar, y estar con otros. El pueblo de Colibrí se llenó de amor, algo que nunca se había ido, simplemente estaba esperando ser redescubierto.

Amora, al ver tanto amor renacer, sonrió y dijo:

"Recuerden: el amor es como el sol, siempre está, solo hay que encontrar la manera de sentirlo".

Desde entonces, el pueblo de Colibrí fue conocido como el pueblo del amor, donde cada persona se preocupaba por el bienestar de los demás, y la amistad creció como un árbol fuerte y robusto.

Así, aprendieron que Chile es amor y todos, juntos, podían hacer una gran diferencia con pequeños actos de bondad.

FIN.

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