Chispa y la búsqueda en la plaza


Había una vez un perrito llamado Chispa, que vivía con su dueña en una pequeña casa cerca de la plaza del barrio.

A Chispa le encantaba corretear por el parque, jugar con otros perros y recibir caricias de los niños que pasaban por allí. Un día soleado, Chispa salió a pasear como de costumbre con su dueña, pero esta vez algo inesperado sucedió: mientras jugaba persiguiendo una mariposa, se despistó y perdió de vista a su dueña.

El perrito buscó por todas partes, olfateando aquí y allá, pero no lograba encontrarla. "¡Mamá! ¡Mamá! ¿Dónde estás?" -ladraba Chispa angustiado mientras corría de un lado a otro entre la gente que paseaba por la plaza.

La dueña de Chispa también estaba preocupada y lo buscaba desesperadamente. Preguntaba a todos si habían visto a su querida mascota, pero nadie parecía haberlo visto. Chispa se sentía solo y asustado.

Nunca antes se había separado de su dueña y no sabía qué hacer. Entonces recordó lo que ella siempre le decía: "Si algún día te pierdes, busca ayuda". Así que decidió acercarse a un señor mayor que estaba descansando en un banco.

El hombre al ver al perrito tan afligido le preguntó: "¿Qué te pasa, amiguito?". Chispa movió la cola y con sus ojitos tristes le contó lo ocurrido. "Mi mamá... me perdí... no sé dónde está... " -gimió Chispa con voz lastimera.

El hombre entendió la situación y decidió ayudar al pequeño perrito. Juntos recorrieron la plaza una vez más, preguntando a cada persona si habían visto a la dueña de Chispa.

Finalmente, una niña señaló hacia el otro extremo del parque donde estaba sentada una mujer llorando desconsolada. Chispa reconoció el aroma familiar al instante y sin pensarlo dos veces corrió hacia ella ladrando lleno de alegría.

La mujer levantó la mirada sorprendida al ver a su fiel compañero regresar sano y salvo. "¡Chispa! ¡Al fin te encontré!" -exclamó emocionada mientras lo abrazaba con fuerza. Chispa lamía las lágrimas de felicidad de su dueña sabiendo que todo estaría bien ahora que estaban juntos nuevamente.

Desde ese día, Chispa aprendió la importancia de prestar atención para no perderse, pero también comprendió que cuando necesitamos ayuda siempre podemos recurrir a los demás. Y así, entre ladridos y risas, siguieron disfrutando juntos de largos paseos por la plaza del barrio.

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