Chispy, la perrita especial
En un barrio tranquilo de Buenos Aires, vivía una niña llamada Yoselin. Tenía 8 años y su mejor amiga era Chispy, una perrita pequeña de pelaje marrón que siempre estaba a su lado.
Chispy era muy cariñosa con Yoselin; disfrutaba de los mimos, las caricias y los juegos. Un día, mientras jugaban en el parque, Yoselin decidió invitar a sus amigos.
"¡Chispy! Hoy mis amigos van a venir a jugar con nosotras. ¿Estás lista?" - le dijo Yoselin, emocionada.
"¡Guau!" - respondió Chispy, moviendo la cola, pero al ver a los niños acercarse frunció el ceño. "No me parece que gusten de mí..."
Cuando los amigos de Yoselin llegaron, Chispy empezó a ladrar."¡Grrr! ¡Grrr! ¡Fuera, extraños!"
Los amigos se asustaron un poco. Yoselin, preocupada, intentó calmar a Chispy.
"¡Chispy, no! Son mis amigos, son buenos chicos. ¡Ven aquí, por favor!" - dijo Yoselin, extendiendo su mano para que Chispy se acercara.
"Pero, Yoselin, no se ven tan amigables como vos!" - afirmó Chispy, sentándose firme.
Los niños empezaron a reírse y uno de ellos, Tomi, se acercó lentamente a Yoselin.
"No se asusten, Chispy es buena. ¡Solo la tienen que conocer!" - les dijo Yoselin.
Tomi, valiente, intentó acercarse, pero Chispy seguía ladrando."¡No, no quiero! No confío en ustedes!"
Yoselin pensó que debía hacer algo para ayudar a su amiga. Recordó cómo su mamá siempre le decía que la mejor manera de hacer amigos era siendo amable. Se acercó a Chispy y le dijo:
"Chispy, ¿por qué no intentamos algo? Vos podés ser amiga de ellos. Solo tenés que mostrar tu mejor lado."
Chispy la miró con sus ojos marrones, dudando.
"¿Y si no les gustó mi rugido?"
"Voy a estar a tu lado. Confía en mí." - le respondió Yoselin, sonriendo.
Con un respirito profundo, Chispy se acercó a los niños, pero aún seguía alerta.
"Yo soy Chispy, no soy tan mala, solo… no conocía a nadie más que a Yoselin!" - dijo la perrita, un poco más tranquila.
Los chicos sonrieron.
"¡Hola, Chispy!" - dijo Tomi, agachándose. "Nos gustaría jugar con vos. ¿Te gustaría correr un ratito?"
Chispy, aún un poco dudosa, decidió intentarlo. Corrió detrás de una pelota que Tomi lanzó, y para sorpresa de todos, la perrita empezó a jugar y a demostrar su lado juguetón.
Yoselin no podía contener la risa al ver a su amiga disfrutando. La cara de Chispy pasó de seria a feliz en cuestión de minutos, y pronto estaba corriendo de un lado a otro, saltando y ladrando de alegría.
Después de un rato, Chispy se detuvo y miró a sus nuevos amigos.
"Tal vez no son tan groseros después de todo. ¡Me gustan!" - ladró, moviendo su cola como si fuera un péndulo.
Todos rieron alegremente, y Yoselin se sintió orgullosa de su amiga.
"¡Lo ves, Chispy! ¡La amabilidad se contagia!" - dijo Yoselin, abrazando a su perrita.
Desde ese día, Chispy no solo fue la mejor amiga de Yoselin, sino que también se convirtió en la perrita más querida del barrio. Los niños se turnaban para acariciarla y jugar con ella, y Chispy aprendió que abrirse a los demás podía traer momentos felices.
Y así, Yoselin y Chispy jugaron muchas tardes, siempre rodeadas de amigos. Y cada vez que Chispy se ponía un poco groñona, Yoselin le recordaba:
"¡Recordá ser amable, amiga!"
Y Chispy, con una sonrisa, se decía a sí misma: "¡Siempre seré cariñosa!"
FIN.