Cholita Sin Nombre en San Benito



En un pequeño y colorido pueblo llamado San Benito, vivía una hermosa cholita llamada Cholita Sin Nombre. Nadie sabía su verdadero nombre, ya que siempre había estado en busca de un lugar al que pertenecer. A menudo, la veían paseando por las calles empedradas, con un vestido vibrante de colores que hacía juego con su alegre sonrisa.

Un día, mientras Cholita exploraba un mercado lleno de frutas y verduras frescas, escuchó a un grupo de niños riendo y jugando a la pelota. Se acercó a ellos y les dijo:

"Hola, ¿puedo jugar con ustedes? He estado buscando amigos."

Los niños la miraron sorprendidos.

"¿Y cómo te llamas?" preguntó uno de los chicos, con la pelota en la mano.

"No tengo un nombre, pero me dicen Cholita" respondió, un poco triste.

Los niños se miraron entre sí y luego uno de ellos dijo:

"Podemos llamarte Cholita Sin Nombre entonces. Es un nombre bonito, ¿no?"

Cholita sonrió al escuchar esto, y juntos comenzaron a jugar. Pronto, la tarde se llenó de risas y carreras, y Cholita se sintió más feliz que nunca. Sin embargo, a medida que avanzaba el día, notó que los niños empezaban a irse uno a uno. Cuando el último niño se despidió, Cholita se sintió sola nuevamente.

"¿Por qué no puedo quedarme con ellos?" se preguntó mientras caminaba de regreso a casa. En ese momento, decidió que quería hacer algo especial para que los niños recordaran su tiempo juntos.

Con imaginación y creatividad, Cholita comenzó a tejer una manta de colores brillantes, utilizando los restos de tela que encontraba en su casa. La idea era craftar un regalo que simbolizara su amistad con los niños.

Pasaron los días y, con cada puntada, Cholita sintió que también tejía su propia historia. Al pasar por el mercado, notó que cada persona que veía sonreía al mirarla. Se dio cuenta de que, aunque aún no tenía un nombre, podía crear su propia identidad.

Finalmente, llegó el día en que Cholita terminó la manta. Se sentía emocionada y nerviosa al mismo tiempo. Caminó hacia el parque donde había jugado con los niños y, al llegar, los vio reunidos. Les acercó la manta con timidez y dijo:

"Esto es para ustedes, para recordar los momentos felices juntos."

Los niños, sorprendidos, sonrieron y uno de ellos exclamó:

"¡Es hermosa! Gracias, Cholita Sin Nombre."

Entonces uno de los pequeños, que siempre había sido un poco más atrevido, dijo:

"Pero... ¿por qué no te pones un nombre? ¡Podemos ayudarte a elegir uno!"

Cholita se quedó pensativa, mirando a sus nuevos amigos.

"¿Tienen alguna idea?" preguntó, con una chispa de esperanza en los ojos.

Los niños comenzaron a proponer nombres:

"¿Qué te parece Alegría?" dijo la niña con una trenza.

"Yo creo que Colorín sería perfecto, ¡siempre estás llena de colores!" añadió otro niño.

Después de escuchar varias propuestas, Cholita se sintió cada vez más emocionada. Finalmente, la niña que había propuesto el nombre Alegría dijo:

"¡Elige el que más te guste!"

Cholita miró a su alrededor y decidió que quería un nombre que representara lo que sentía en ese momento.

"Elijo Alegría, porque siento que con ustedes soy la persona más feliz del mundo."

Los niños aplaudieron, y desde ese día, Cholita Sin Nombre se convirtió en Cholita Alegría. Era un nombre que no solo le dio identidad, sino que también reflejaba el espíritu de amistad que había formado en San Benito.

Cholita Alegría aprendió que lo más importante no era tener un nombre, sino crear lazos de cariño y amistad. Y así, cada día, se reunía con sus amigos para jugar, contar historias y, sobre todo, reír juntos.

De ahí en más, Cholita Alegría se convirtió no solo en una gran amiga, sino en un símbolo de que todos somos valiosos, independientemente de tener un nombre o no. En San Benito, ella estaba realmente en casa, rodeada del amor y la alegría de la amistad verdadera.

FIN.

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