Choque de movilidad escolar



Érase una vez, en la pintoresca ciudad de Villa Verde, un grupo de niños que iban juntos a la escuela en un colorido colectivo escolar. Todos los días, se juntaban en la esquina de la plaza para esperar a su querida movilidad. Sus risas y juegos llenaban el aire, mientras esperaban ansiosos las aventuras que el día les traería.

Un soleado lunes de primavera, mientras los niños jugaban a la rayuela, el colectivo llegó y los saludó con su característico claxon. No obstante, esa mañana se mostró como una excepción, ya que el colectivo no era el único transporte en la calle. En la misma esquina, un auto rojo zumbaba veloz, intentando cruzar sin dar prioridad a los demás.

Cuando los niños se subieron al colectivo, ni ellos ni el chofer, el amable señor Pichón, se dieron cuenta de que el auto estaba a punto de provocar un accidente.

"¡Cuidado!" – gritó Tiziano, un niño con una risa contagiosa, justo cuando el auto rojo se acercaba a toda velocidad.

"¿Qué pasa?" – preguntó Sofía, una de las más curiosas del grupo, mirando por la ventana.

De repente, la movilidad detuvo su marcha al ver el auto y, tras un fuerte golpe, ambos vehículos se detuvieron. Todos los niños quedaron paralizados por el susto, pero gracias a la rápida reacción del señor Pichón, no hubo ninguna herida grave. El miedo pronto se transformó en un ambiente raro de expectativa.

"¿Están todos bien?" – preguntó el señor Pichón con su voz tranquila, mientras chequeaba a los niños.

"Sí, estamos bien", respondieron al unísono los niños, aunque sus corazones aún latían con fuerza.

Al salir, los niños vieron a un hombre del auto, quien se acercó con la cabeza gacha, sintiéndose culpable.

"Lo siento mucho, no vi el colectivo" – dijo el hombre, con voz temblorosa.

"No te preocupes, pero es importante prestar atención en la calle" – explicó el señor Pichón, con calma.

Aquel accidente sirvió de lección no solo para el conductor, sino también para los niños. Desde ese día, el colectivo escolar se convirtió también en un aula sobre seguridad vial. Los niños aprendieron las señales de tránsito y la importancia de cruzar en las esquinas.

"¡Vamos a hacer una obra de teatro sobre seguridad vial!" – sugirió Julián, excitado con la idea.

"¡Sí!" – gritaron todos, y rápidamente empezaron a trabajar en ella. Entre trajes improvisados y ensayos ruidosos, la obra tomó forma. En el espectáculo, los niños representaron tanto a conductores como a peatones, enfatizando la necesidad de cuidar de los demás y de uno mismo.

La obra se presentó frente a sus familias, quienes se sintieron orgullosas, pero más aún, aprendieron la importancia de la seguridad.

Los días pasaron y, a medida que los niños aprendían, el hombre del auto también hacía su parte. Visitaba la escuela una vez a la semana, participando en los talleres de educación vial que los niños habían organizado.

"¡Gracias por enseñarnos!" – dijo Sofía al hombre, después de un taller lleno de diversión.

"Gracias a ustedes por recordarme lo importante que es ser un buen conductor" – respondió el hombre con una sonrisa renovada.

Finalmente, todos se convirtieron en verdaderos embajadores de la seguridad, llevando su mensaje por toda Villa Verde. El choque del colectivo escolar se convirtió en un recordatorio de cómo un momento desafortunado podría transformarse en una oportunidad de aprendizaje y convivencia.

De esta manera, esa historia de miedo y susto dejó una huella de amistad y nuevas enseñanzas en la vida de todos. Y así, el colectivo y el auto rojo cruzaron caminos y se convirtieron en símbolos de la importancia de cuidarnos unos a otros en el camino de la vida.

FIN.

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