Cigua y la gran restauración del bosque
En un hermoso bosque, lleno de palmeras y flores de colores, vivía Cigua, una cigua palmera, que pasaba sus días cantando junto a sus amigos, Juanito el tucán y Berto el iguana. El trío tenía un lazo muy especial, se cuidaban mutuamente y siempre encontraban aventura en cada rincón del bosque.
Una mañana, mientras Cigua volaba de rama en rama, se dio cuenta de que el cielo empezaba a oscurecerse. No era por una tormenta, sino que un grupo de máquinas ruidosas llegaba al bosque, devorando todo a su paso.
"¡Cuidado!" gritó Cigua, asustada. "¡Las máquinas están destruyendo nuestro hogar!"
Juanito, que estaba cerca, aleteó rápido para ver qué estaba pasando. "No puede ser, Cigua. Esto es un desastre. ¿Qué vamos a hacer?"
Berto, un poco más tranquilo, dijo: "Tendremos que buscar la manera de detenerlas. No podemos dejarlas arrasar con nuestro hogar."
Con gran esfuerzo, Cigua y sus amigos intentaron volar sobre las máquinas, pero era demasiado tarde. En poco tiempo, el bosque quedó devastado, y la tristeza invadió el lugar.
"No sé si alguna vez volverá a ser como antes," lloró Cigua.
"No hay que rendirse, Cigua. A veces, la naturaleza necesita un empujoncito," comentó Berto, buscando encontrar la esperanza.
Con el pasar de los días, los tres amigos decidieron hacer algo. Juntaron sus fuerzas y comenzaron a hablar con otros animales del bosque. Pronto, la noticia llegó a los humanos, a un grupo de niños que jugaban en el parque.
"Podemos ayudar a restaurar el bosque," propuso un niño llamado Mateo. "¿Cómo lo hacemos?"
Cigua, emocionada, voló frente a ellos. "¡Plantando árboles y limpiando! Cada mano cuenta."
Los niños, llenos de entusiasmo, se organizaron y visitaron el bosque cada sábado. Traían semillas, palas, y una gran energía. Cigua, Juanito y Berto estaban siempre allí, guiándolos y alentándolos.
Los primeros días fueron difíciles, pero poco a poco empezaron a notar el cambio. Las primeras semillas comenzaron a brotar, nuevas plantas se levantaban y los animales regresaban al bosque.
Pero un día, los niños encontraron un enorme tronco caído que obstaculizaba el camino y se sintieron desanimados.
"No podemos seguir así, esto es demasiado grande," dijo uno de los niños, con la cabeza baja.
"¿Qué pasa si lo movemos juntos?" sugirió Juanito, confiado.
Los niños se miraron entre sí y decidieron intentarlo. Se organizaron en una fila y empujaron con todas sus fuerzas. ¡Y funcionó!"¡Lo logramos!" gritó uno de los niños con alegría. "No tenía idea de que podíamos hacer esto juntos."
El proyecto siguió creciendo, y cada vez más niños se sumaron. Se hicieron grupos para cuidar el bosque, educar a otros y hacer talleres sobre la importancia de la naturaleza. Cada sábado se convertía en una gran fiesta, llena de risas y amor por el bosque.
Finalmente, después de meses de esfuerzo, el bosque no solo había vuelto a la vida, sino que estaba más hermoso que nunca. Cigua, Juanito y Berto volaron alto sobre las nuevas copas de los árboles, orgullosos de lo que habían logrado.
"¡Miren!" exclamó Cigua. "¡El bosque es nuestro hogar de nuevo! Gracias a todos ustedes."
"Es cierto," dijo Juanito. "Cuidar de la naturaleza es tarea de todos."
Berto sonrió y agregó: "Lo importante es que nunca hay que rendirse, siempre hay esperanza. Y ahora, tenemos un bosque que cuidar. ¡Vamos a disfrutarlo!"
Así, el bosque floreció y se llenó de vida, recordándole a todos que, aunque a veces parezca que todo se pierde, siempre hay una oportunidad de restaurar y cuidar lo que amamos. Y así, la cigua palmera siguió cantando, rodeada de un bosque vibrante y de amigos que jamás olvidarían la importancia de su hogar.
FIN.