Cine para todos



Había una vez una familia compuesta por mamá, papá y dos hermanos llamados Tomás y Sofía. Vivían en un pequeño pueblo rodeado de montañas y nunca habían salido de allí.

Un día, mientras paseaban por el bosque, se toparon con un edificio abandonado que parecía ser un cine. La puerta estaba cerrada pero pudieron ver a través de las ventanas que había sillas y pantallas gigantes en su interior.

- ¡Miren! -exclamó Sofía- ¿qué es eso? - Parece ser un cine -respondió papá. Tomás, emocionado, propuso:- Podríamos arreglarlo entre todos y tener nuestro propio cine para ver películas juntos. Y así fue como comenzaron a trabajar juntos para limpiar el lugar, reparar la pantalla y las butacas.

Fue mucho trabajo pero finalmente lo lograron. La primera película que vieron juntos fue sobre animales salvajes en África. Todos estaban fascinados con la imagen gigante del león rugiendo en la pantalla.

Pero luego de varias semanas viendo documentales sobre naturaleza se dieron cuenta de que querían algo más emotivo. Y así empezaron a buscar películas románticas o divertidas para compartir en familia.

Un día llegó al pueblo un grupo de niños migrantes que huían de la guerra en su país. Eran un poco mayores que Tomás y Sofía pero rápidamente se hicieron amigos. Cuando los nuevos amigos descubrieron el cine familiar quedaron maravillados y les pidieron si podían sumarse a las proyecciones también.

La familia aceptó con gusto e incluso ayudó a los niños migrantes a construir su propia pantalla para ver películas en el campamento donde vivían temporalmente. Así, la familia y los niños migrantes se unieron para disfrutar juntos de las películas.

Todos reían y lloraban juntos, compartiendo momentos inolvidables. Un día, mientras veían una película de aventuras, Sofía tuvo una idea:- ¿Por qué no hacemos nuestro propio cortometraje? Todos estuvieron de acuerdo y comenzaron a planear el guion.

Tomás sería el protagonista, Sofía la directora y los niños migrantes ayudarían como actores secundarios. Fue difícil pero lograron filmar su propia película con la ayuda de papá que les prestó su cámara.

La proyectaron en el cine familiar y todos aplaudieron emocionados al ver su obra en la pantalla grande. La familia había encontrado algo especial en ese cine abandonado: no solo habían creado un espacio para compartir momentos únicos sino que también habían descubierto su talento creativo.

Y así decidieron seguir trabajando juntos para hacer más películas y compartirlas con toda la comunidad del pueblo.

FIN.

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