Cirilo, el círculo único


Había una vez en la ciudad de Geometría, un pequeño círculo llamado Cirilo. Cirilo vivía en una tranquila calle rodeada de casas cuadradas y rectangulares.

Siempre se sentía diferente a los demás, ya que no era como las demás figuras geométricas que veía todos los días. Un día, mientras caminaba por el parque, Cirilo vio a un grupo de triángulos jugando al fútbol. Se detuvo para observar cómo se movían con tanta agilidad y rapidez.

-¡Wow! ¡Qué genial sería poder jugar como ellos! -suspiró Cirilo. Justo en ese momento, apareció su amiga Cuca, una cuadrado muy curiosa y aventurera. -¿Qué te pasa, Cirilo? Pareces triste -dijo Cuca preocupada.

-Cuca, me siento diferente a todos los demás. Soy solo un círculo y no puedo hacer todas esas cosas increíbles que hacen las otras figuras geométricas -respondió Cirilo con tristeza.

Cuca puso una pata sobre el hombro redondo de su amigo y dijo: -Cirilo, cada figura geométrica tiene su propia función en la vida cotidiana. Tú eres especial porque tienes muchas ventajas únicas que los otros no tienen. -¿En serio? ¿Cómo qué? -preguntó Cirilo intrigado.

-Bueno, por ejemplo, tú puedes rodar sin problemas por cualquier superficie lisa. Eso te hace perfecto para moverte rápidamente de un lugar a otro sin tener que preocuparte por obstáculos o esquinas afiladas -explicó Cuca. Cirilo comenzó a sentirse un poco mejor al escuchar las palabras de su amiga.

Tal vez no era tan diferente después de todo. Pero la historia no termina ahí.

Un día, mientras caminaban juntos por el parque, vieron que una niña estaba llorando desconsoladamente porque había perdido su pelota detrás de unos arbustos espinosos. -¡Oh no! ¡La pelota está muy lejos y no podemos llegar hasta allá! -exclamó Cuca preocupada. Cirilo se acercó a los arbustos y con su forma redonda pudo rodar fácilmente entre ellos sin lastimarse.

Agarró la pelota y la llevó de regreso a la niña, quien se puso muy contenta y le dio las gracias efusivamente. Cuca miraba asombrada lo que Cirilo había logrado.

-¡Eres increíble, Cirilo! Gracias a tu forma redonda pudiste ayudar a esa niña cuando nadie más podía hacerlo. Desde ese día, Cirilo comenzó a comprender que ser diferente no era algo malo. Cada figura geométrica tiene su propia función en el mundo y todas son importantes.

Con el tiempo, Cirilo descubrió nuevas formas en las que su figura redonda podía ayudar a los demás. Se convirtió en un mensajero rápido para llevar noticias importantes de un lugar a otro y también en una rueda útil para transportar objetos pesados.

Y así, Cirilo aprendió que ser diferente era algo especial y valioso. Aprendió a aceptarse tal como era y disfrutar de todas las cosas maravillosas que podía hacer gracias a su forma redonda.

Y desde entonces, en la ciudad de Geometría, todos aprendieron a valorar y respetar las diferencias, entendiendo que cada figura geométrica tiene su función única y especial en la vida cotidiana.

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