Ciro, el perro que cambió el corazón de Margot



Había una vez, en un barrio lleno de árboles y risas, una niña llamada Margot. Ella era curiosa, amigable y le encantaba jugar en el parque, pero había algo que no le gustaba: los perros. Para ella, eran ruidosos, desordenados y a veces un poco molestos. Ya había tenido algunas experiencias que la hicieron dudar de su cariño por ellos.

Un día, su mamá llegó a casa con una sorpresa especial. "¡Mirá, Margot! Tengo algo para vos."

Margot, intrigada, se dio vuelta y ahí estaba Ciro, un dogo argentino de pelaje blanco y ojos chispeantes. Era un perro grande pero tenía una energía que parecía contagiosa.

"¿Qué es eso? ¡Es un perro! No quiero un perro en casa, mamá!" protestó Margot, cruzándose de brazos.

"Pero mirá lo simpático que es. Se llama Ciro y está buscando un hogar. Quizás, sólo quizás, podrías darle una oportunidad", le dijo su mamá con una sonrisa.

Margot resopló y se dio vuelta. Sin embargo, mientras observaba a Ciro desde la distancia, notó que él la miraba con curiosidad e inclinaba la cabeza. Era tan blanco que brillaba con el sol. "Es sólo un perro, no significa que tenga que quererlo", pensó.

Los días pasaron y la presencia de Ciro se volvió habitual en su vida. Mientras Margot hacía sus tareas, Ciro echaba un vistazo desde su cama, moviendo la cola de un lado a otro. Un día, mientras Margot jugaba con sus muñecas, Ciro se acercó y la miró fijamente.

"¿Qué te pasa, perro?" le dijo Margot, pero no podía evitar sonreír.

Ciro la lamió de repente, haciéndola reír. "¡Basta, Ciro!" gritó entre risas.

Ciro, emocionado, continuó jugando y llevando a Margot a tener esos momentos de alegría que nunca había imaginado. Un día decidió darle una segunda oportunidad y comenzaron a jugar juntos. Le lanzó una pelota y, para su sorpresa, Ciro la trajo de regreso, haciendo que su corazón diera un vuelco.

Margot empezó a descubrir que Ciro era un gran compañero. Un día, mientras estaban en el parque, se encontró con un grupo de niños que jugaban a la pelota.

"¡Hola, Margot! ¡Tu perro es genial!" le dijo una de las chicas.

Margot sonrió y, por primera vez, se sintió orgullosa de Ciro. "¡Sí! Es muy rápido y sabe atrapar cosas muy bien!" comentó con entusiasmo.

Sin embargo, un giro inesperado ocurrió. Una tarde, mientras paseaban, Ciro se descontroló al ver una ardilla y salió corriendo.

"¡Ciro, vuelve!" gritó Margot, asustada. Corrió detrás de él, pero Ciro estaba demasiado emocionado. ¡Era como si el mundo entero se hubiera convertido en un juego para él!

Cuando finalmente lo alcanzó, encontró a Ciro rodeado de otros perros, todos ellos jugando. Margot se sintió algo celosa.

"¿Por qué te fuiste?" le dijo con un puchero. Ciro, al darse cuenta de su preocupación, le dio un chapuzón de besos.

Ese momento cambió todo. Margot se dio cuenta de que Ciro no era solo un perro; era su amigo, su compañero de aventuras.

"Está bien, Ciro, no me dejes sola nunca más" le dijo, despidiéndose de sus miedos.

Con el tiempo, Margot se convirtió en la niña más feliz, siempre rodeada de amigos, y ahora respecto a uno de los mejores: su perro Ciro. El niño que había estado en su mundo, había cambiado su forma de ver la vida.

Así, Margot descubrió lo mágicos que podían ser los perros, especialmente uno que se llamaba Ciro y tenía un corazón tan grande como su pelaje blanco.

FIN.

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