Clara y el Corazón del Bosque
Había una vez, en un bosque frondoso, una niña llamada Clara, que siempre llevaba su capucha roja. Clara era una niña curiosa y valiente que disfrutaba de las aventuras. Un día, su mamá le pidió que llevara una cesta llena de miel a su abuela, que vivía al otro lado del bosque. Antes de salir, su mamá le dijo:
"Clara, no te apartes del camino y no hables con extraños."
Clara asintió y se puso en marcha. Mientras caminaba, escuchó un zumbido melodioso. Siguiendo el sonido, se encontró con un grupo de abejas laboriosas.
"Hola, abejitas. ¿Qué están haciendo?" preguntó Clara.
"Estamos trabajando en nuestra colmena para hacer la miel más dulce del bosque. ¡Ven y prueba!" dijo una abeja.
Clara sonrió y probó un poco de miel. ¡Era deliciosa! Pero de repente, escuchó un ruido detrás de ella. Se dio la vuelta y vio al lobo, que la miraba con una sonrisa astuta.
"Hola, Clara. ¿Adónde vas con esa cesta tan jugosa?" preguntó el lobo.
"¡Voy a llevarle miel a mi abuela!" respondió Clara, recordando las palabras de su mamá.
El lobo, con una idea en mente, decidió ser astuto. Dijo:
"¿Sabías que hay un atajo muy corto a la casa de tu abuela? Te llevará mucho más rápido. Te llevaré allí si quieres."
Clara, recordando las advertencias de su mamá, decidió no confiar en el lobo y siguió su camino habitual. El lobo, frustrado, decidió ir por su cuenta y llegó primero a la casa de la abuela. Con un plan malvado, se disfrazó de la abuela y se metió en la cama.
Cuando Clara llegó a la casa, encontró la puerta entreabierta. Llamó:
"¡Abuela, soy yo, Clara!"
No recibió respuesta, así que decidió entrar. Al acercarse a la cama, se dio cuenta de que la abuela no parecía la misma.
"¡Abuela, qué grandes ojos tienes!" dijo Clara, extrañada.
"¡Son para verte mejor, querida!" respondió el lobo disfrazado.
"¡Y qué grandes dientes tienes!" continuó la niña.
"¡Son para comer mejor!" dijo el lobo, saltando de la cama.
Clara se asustó, retrocediendo rápidamente. Pero justo en ese momento, el bombero del bosque, un valiente ciervo llamado Rufus, apareció por la ventana, alertado por el bullicio.
"¡Alto ahí, lobo!" gritó Rufus, sus cuernos brillando al sol.
"¿Qué haces aquí, ciervo?" preguntó el lobo, intimidado.
"Vengo a proteger a Clara y su abuela. Tu malvado plan se acabó. ¡Sal de aquí!" Rufus fue firme.
El lobo, viendo que no podía ganar, salió corriendo del bosque, desapareciendo entre los árboles. Clara, aliviada, se acercó a su abuela, quien había estado escondida en el armario, pensando en un plan para salir.
"Clara, mi niña valiente, ¡gracias a ti y a Rufus estoy a salvo!" exclamó la abuela.
"No se trata sólo de mí, abuela, sino de trabajar en equipo y ser valientes. Las abejas me enseñaron sobre la importancia del trabajo en grupo. ¡Juntos somos más fuertes!" dijo Clara con una sonrisa.
Luego, las tres se sentaron a disfrutar de la miel. La abuela, muy feliz, prometió hacer una rica torta con la miel de las abejas y, mientras la preparaban, Clara se sintió orgullosa de haber tomado la decisión correcta al no confiar en el lobo.
Desde aquel día, Clara continuó explorando el bosque, siempre acompañada por Rufus y las abejas, enseñando a otros niños sobre la valentía, la amistad y el trabajo en equipo. Y así, vivieron muchas más aventuras juntos, enseñando a todos que el verdadero valor se encuentra en nuestros corazones y la amistad que cultivamos.
FIN.