Clara y la lluvia salvadora



Había una vez en un pequeño pueblo rodeado de campos verdes y árboles frondosos, una chicarra llamada Clara.

Clara era diferente a las demás chicharras, ya que en lugar de cantar para el sol como todas sus amigas, ella cantaba para hacer llover. Clara había descubierto su habilidad especial un día cuando el pueblo estaba pasando por una sequía muy fuerte. Los cultivos se marchitaban y los animales estaban sedientos.

Fue entonces cuando Clara decidió probar algo distinto y comenzó a entonar su melodiosa canción. Para sorpresa de todos, poco a poco comenzaron a caer gotas de agua del cielo y la lluvia finalmente llegó al pueblo.

Desde ese momento, Clara se convirtió en la esperanza del pueblo cada vez que la sequía amenazaba con volver. Todos acudían a escucharla cantar, maravillados por su don tan especial. Sin embargo, no todos estaban contentos con la situación.

Un día, mientras Clara cantaba para traer la lluvia, una banda de langostas que vivían en los campos cercanos se enteraron de su poder y decidieron robarlo para sí mismos. Las langostas eran conocidas por ser traviesas y egoístas, y no les importaba el bienestar del pueblo.

"¡Debemos detener a esa chicarra! Si logramos capturarla, podremos controlar la lluvia y obtener todo lo que queramos!", dijo el líder de las langostas con malicia. Así fue como las langostas idearon un plan para atrapar a Clara.

Durante una noche oscura y tormentosa, se acercaron sigilosamente al árbol donde vivía la chicarra y tendieron una trampa con telarañas pegajosas. Cuando Clara salió a cantar su canción mágica, quedó atrapada en las redes de las langostas.

Al darse cuenta de lo ocurrido, los habitantes del pueblo se preocuparon al ver que el cielo volvía a estar despejado y sin nubes. Sin embargo, no perdieron la esperanza y decidieron unirse para rescatar a Clara.

Con astucia e ingenio, los aldeanos lograron despistar a las langostas y liberar a Clara de su prisión. Una vez libre, Clara comenzó a entonar su canción más hermosa hasta ahora.

Sus notas resonaron en todo el valle e hicieron que las nubes grises se reunieran nuevamente sobre el pueblo. La lluvia cayó con fuerza esa noche, regando los campos sedientos y devolviendo la alegría al corazón de todos los habitantes del lugar.

Las langostas enfurecidas huyeron ante el poder indomable de Clara y nunca más volvieron a molestar al pueblo. Desde entonces, todos aprendieron a valorar la importancia de trabajar juntos y cuidar tanto unos de otros como del mundo que los rodeaba.

Y así fue como gracias al don especial de una pequeña chicarra llamada Clara, el pueblo siempre tuvo agua suficiente para sus cosechas y paz en sus corazones.

FIN.

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