Clara y la mariposa en el pueblo de los ratones tristes



Una mañana soleada, Clara, una niña curiosa y llena de vida, se despertó con una idea brillante. Su mejor amiga, una mariposa de colores vibrantes llamada Mica, revoloteaba a su alrededor.

"¿Qué te parece si nos vamos de aventura hoy, Mica?" propuso Clara con una sonrisa.

"¡Me encantaría!" contestó la mariposa, moviendo sus alas con entusiasmo.

Así, las dos amigas volaron juntas hacia un lugar que Clara había escuchado mencionar en su pueblo: el pueblo de los ratones. Pero al llegar, se dieron cuenta de que el lugar estaba envuelto en una extraña tristeza. Los ratones caminaban cabizbajos, su risa apenas se oía y las casas lucían apagadas.

"¿Por qué están tan tristes?" preguntó Clara a un ratón que estaba sentado en una piedra, mirando al suelo.

"Es que hemos perdido nuestra alegría," respondió el ratón, secándose una lágrima con su patita. "Solíamos contar historias y bailar, pero ya no hay diversión. Se nos ha olvidado cómo reír."

Clara se sintió intranquila con la respuesta. Sabía que tenía que hacer algo.

"¡Podemos ayudarlos!" dijo Clara mientras Mica aleteaba emocionada. "Vamos a contarles historias y a hacerlos reír."

Los ratones se miraron entre sí, dudando si volver a sonreír era posible. Pero Clara, con su energía contagiosa, comenzó a contar una historia divertida sobre un ratón aventurero que se creía gato. Poco a poco, algunos ratones comenzaron a dejar escapar risitas tímidas.

"¡Eso está buenísimo!" exclamó un ratón más atrevido.

Mica, no queriendo ser menos, decidió que su papel sería alegrar aún más la jornada.

"¡Voy a hacer un espectáculo de danza!" dijo Mica, deslizándose entre las flores y haciendo giros en el aire. Su danza era impresionante y los ratones empezaron a aplaudir.

La atmósfera comenzó a transformarse. Clara se dio cuenta de que la magia de las risas y la alegría era un bálsamo para el alma. Sin embargo, había un ratón más alejado que no se unía a los demás. Clara decide acercarse a él.

"¿Por qué no te unes a nosotros?" le preguntó.

"No puedo, no tengo ganas de sonreír. Nadie me escucha en mis historias," dijo el ratón triste.

Aquí, Clara tuvo una gran idea.

"¿Y si me cuentas tu historia?" le propuso. El ratón titubió un poco, pero después, comenzó a narrar una historia intrigante sobre un tesoro escondido en el bosque. Los demás ratones, al escucharlo, se acercaron atraídos.

"¡Ese es un gran relato!" exclamó Clara. "¿Por qué no lo convertimos en una obra de teatro?"

Todos los ratones miraron entre ellos, la emoción se palpaba en el aire.

Después de unas horas de ensayos y risas, Clara, Mica y los ratones montaron una obra de teatro en la plaza del pueblo. Los ratones, que antes estaban tristes, se sumergieron en la ficción y comenzaron a olvidar su melancolía. Todos querían participar, y los aplausos y risas resonaban en el aire.

Al finalizar la obra, los ratones comprendieron algo importante: la alegría puede volver, y compartir historias y risas es el camino perfecto para sanarse.

"Gracias, Clara y Mica. Nos han mostrado que no necesitamos perder nuestra alegría. La diversión y la risa son parte de nosotros."

"¡Siempre que quieran, pueden contar conmigo!" respondió Clara.

"¡Y yo, Mica!"

Así, Clara y Mica se despidieron del pueblo de los ratones, dejando atrás un lugar lleno de color y risas. Desde aquel día, el pueblo nunca volvió a estar triste porque entendieron que, a veces, lo único que se necesita es un amigo y un poco de diversión para que la alegría regrese.

Y así, Clara y Mica continuaron su viaje, sabiendo que en su corazón llevaban un poquito de la alegría que habían devuelto a aquellos ratones que jamás olvidarían la importancia de reírse y compartir.

FIN.

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