Clara y la nube esponjosa



Era un hermoso día en el cielo. Clara, una pequeña gotita de agua, se sentía muy feliz flotando entre los rayos del sol. A su alrededor, muchas otras gotitas danzaban alegres y llenas de vida.

- ¡Hola, Clara! - gritó una gotita llamada Lía, que venía de su lado. - ¿Quieres unirte a nosotras para formar una nube esponjosa?

- ¡Me encantaría! - respondió Clara emocionada.

Así, Clara y Lía comenzaron a buscar más gotitas. Pronto se unieron dos gotitas brillantes llamadas Nacho y Sofi.

- ¡Estamos formando una nube genial! - exclamó Sofi.

Las gotitas se acercaron unas a otras y comenzaron a combinarse, formando una nube esponjosa y suave. A medida que más gotitas se unían, la nube crecía, convirtiéndose en un gran algodoncito blanco que surcaba el cielo.

- ¡Miren lo que hemos creado! - dijo Nacho con asombro.

Pero de repente, Clara notó algo raro. La nube esponjosa estaba demasiado pesada y comenzaba a oscurecerse.

- ¡Oh no! - gritó Clara. - No debería ser tan pesada.

Las otras gotitas se miraron preocupadas.

- Quizás estamos acumulando demasiada agua - sugirió Lía.

- ¡Hay que hacer algo! - dijo Sofi. - No quiero que nos deshagamos.

Clara pensó y tuvo una idea brillante.

- ¿Y si dejamos que algunas gotitas se escapen y formen gotas de lluvia? ¡Así nos aligeraríamos! - propuso.

Las demás se miraron y pensaron que era una gran idea.

- ¡Sí, hagámoslo! - afirmaron todas.

Entonces, Clara y sus amigas comenzaron a vibrar y a concentrarse. Poco a poco, algunas gotitas se separaron y empezaron a caer como pequeñas perlas desde la nube.

- ¡Miren! - gritó Nacho. - ¡Estamos lloviendo!

Las gotas comenzaron a caer y, al tocar el suelo, se convirtieron en pequeños charcos que refrescaban la tierra. Las flores y los árboles comenzaron a sonreír, agradeciendo cada gotita que caía.

- ¡Qué alegría! - exclamó Sofi. - Ahora somos útiles además de divertirnos.

Después de un rato, la nube se sintió más liviana y brillante.

- ¡Lo logramos! - dijo Clara feliz. - Somos una nube alegre que ayuda a la Tierra.

Con el tiempo, Clara y sus amigas siguieron jugando y creando vapor, pero siempre recordando el poder de compartir y ayudar a los demás.

Y así, entre risas y gotas de alegría, Clara se dio cuenta de que ser una gotita única en el cielo no solo era divertido, sino que juntas podían hacer grandes cosas. ¡Incluso formar arcoíris!

Desde aquel entonces, cada vez que una chispita de luz brillaba en el cielo, Clara y sus amigas se unían para recordarle a todos que la unión hace la fuerza y que, al trabajar juntas, los pequeños pueden realizar grandes cambios.

FIN.

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