Clarita y el Duende del Bosque



Había una vez una niña llamada Clarita, que vivía en un pequeño pueblo al borde de un espeso bosque. Todos los días, Clarita miraba por la ventana, intrigada por las criaturas que habitaban en aquel lugar misterioso. Sin embargo, su mamá siempre le decía:

"Clarita, no salgas del jardín, el bosque es peligroso."

Un día, la curiosidad de Clarita fue más fuerte que su miedo y decidió escaparse para explorar el bosque. Así que, con un pequeño bolso lleno de galletas y un cuaderno, salió corriendo hacia el lugar donde las sombras de los árboles danzaban al compás del viento.

Después de caminar un rato, Clarita se adentró más y más en el bosque, hasta que, de golpe, tropezó con algo suave y animal. Era un pequeño duende de ojos brillantes y sonrisa traviesa.

"Hola, niña. ¿Qué haces aquí tan solita?" - preguntó el duende, sacudiéndose el polvo de su gorro rojo.

"Me llamo Clarita, y me escapé de casa porque quería conocer el bosque" - respondió la niña con un poco de orgullo en su voz.

El duende frunció el ceño y dijo:

"El bosque puede ser muy peligroso. Nunca se sabe qué sorpresas puede dar. Mi nombre es Rilo, y si te quedas aquí, te puedo ayudar a descubrir sus secretos. Pero antes, ven a mi casa. ¡Te haré algo rico para comer!"

Clarita aceptó y, emocionada, siguió a Rilo por un sendero escondido entre los árboles. Tras pasar por matorrales y flores luminosas, llegaron a una cueva adornada con hojas brillantes y piedras preciosas.

"¡Bienvenida a mi hogar!" - exclamó el duende. En un abrir y cerrar de ojos, Rilo preparó un delicioso guiso de hongos y hierbas.

Mientras comían, Clarita, distraída por el sabor, se olvidó del peligro del bosque. Entonces, Rilo, mirando a la niña con seriedad, preguntó:

"¿Por qué te escapaste, Clarita? ¿No sabes que tus padres deben estar preocupados?"

La niña, con un bocado de comida en la boca, respondió:

"Yo solo quería ver lo que había más allá. A veces siento que las reglas son aburridas y que solo quiero ser libre."

Rilo asintió y le explicó:

"La libertad es importante, pero también lo es la responsabilidad. A veces, las reglas están para cuidarnos. Si decides salir, siempre debes avisar a alguien. El bosque, aunque hermoso, tiene sus riesgos."

Clarita, pensativa, se dio cuenta de que había olvidado la primera regla que su mamá siempre le repetía: nunca salir sin decir a dónde iba.

"Lo siento, Rilo. No pensé en lo que podría pasar. Quería tener una aventura, pero ahora entiendo."

El duende sonrió y añadió:

"Las aventuras son lindas, pero siempre debemos cuidar de nosotros y de los que nos quieren. Te invito a vivir una aventura aquí, pero solo si prometes que no volverás a escapar sin decirle a tu mamá."

Clarita sonrió, sintiéndose feliz. Decidió que sería una aventurera, pero de forma segura y responsable. Pasó el resto del día explorando el bosque junto a Rilo, descubriendo mariposas de colores, árboles parlantes y aguas cristalinas. Cuando llegó la tarde, Rilo la llevó de regreso a casa.

"Gracias, Rilo. Prometo ser responsable la próxima vez que quiera salir."

"Es un placer, Clarita. Siempre recuerda que la curiosidad es buena, pero la seguridad es mejor. Hasta la próxima aventura, pequeña."

Clarita regresó a casa justo a tiempo para la cena. Su madre la abrazó con fuerza y le dijo:

"¡Te he estado buscando! Nunca más te escapés sin avisarme."

"Lo prometo, mamá. Tuve una aventura increíble, pero ahora sé que siempre debo avisar."

Desde aquel día, Clarita se volvió una gran narradora de historias, compartiendo sus aventuras y enseñando a otros niños sobre la importancia de ser curiosos, pero también responsables. El bosque siempre la esperaba, pero ahora sabía que la mejor aventura empezaba en casa, con las personas que la amaban. Y así, Clarita aprendió que la curiosidad y la responsabilidad pueden caminar de la mano, siempre que estemos dispuestos a escuchar y aprender.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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