Clean Hands, Healthy Friends



Había una vez un niño llamado Tomás que no le gustaba lavarse las manos con agua y jabón. Siempre encontraba excusas para evitar hacerlo. Decía que era aburrido, que le quitaba tiempo de jugar o simplemente se olvidaba.

Un día, mientras jugaba en el parque, Tomás se ensució las manos al hacer un castillo de arena. Como siempre, decidió ignorar la necesidad de lavarse y siguió jugando sin preocupaciones.

Pero esa tarde, algo extraño sucedió cuando Tomás volvió a casa. Sus manos comenzaron a picarle y se pusieron rojas y llenas de ronchas. No podía dejar de rascarse y cada vez empeoraba más.

La mamá de Tomás lo llevó rápidamente al médico, quien le explicó que había contraído una infección en las manos debido a la suciedad acumulada durante el juego en el parque.

El médico recetó un medicamento especial para tratar la infección, pero también hizo hincapié en lo importante que era lavarse las manos correctamente con agua y jabón para prevenir enfermedades e infecciones. Tomás comprendió entonces lo grave que podía ser no cuidar su higiene personal. Decidió tomar acción y cambiar sus malos hábitos.

Al día siguiente, después del desayuno, Tomás fue al baño decidido a aprender cómo lavarse bien las manos. Se subió a una silla frente al lavabo y abrió la canilla dejando caer agua tibia sobre sus manitos.

Luego tomó el jabón entre sus dedos pequeños y frotó sus palmas vigorosamente hasta que se formó una espuma abundante. Tomás no dejó ningún rincón sin lavar: entre los dedos, las uñas y hasta el dorso de sus manos.

Mientras se enjuagaba las manos, Tomás notó cómo la espuma desaparecía junto con todas las suciedades que había acumulado. Se sintió tan bien y limpio que decidió hacerlo un hábito diario.

Desde ese día, Tomás siempre se lavaba las manos antes de cada comida, después de jugar al aire libre o usar el baño. Incluso le enseñó a sus amigos la importancia de lavarse bien las manos para mantenerse saludables. La historia de Tomás se convirtió en un ejemplo para todos los niños del vecindario.

Pronto, todos comenzaron a seguir su ejemplo y a entender que lavarse las manos con agua y jabón era algo más que una tarea aburrida; era una forma de cuidar su salud y protegerse contra enfermedades.

Y así fue como Tomás aprendió la lección más importante: nunca subestimes el poder de lavarte correctamente las manos. Aunque parezca insignificante, puede marcar la diferencia entre estar sano o enfermo. ¡Siempre recuerda lavarte bien tus manitos!

FIN.

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