Cloe y la Diosa Nut
En un brillante día en Egipto, en un pequeño pueblo cerca de las pirámides, vivía una niña llamada Cloe. Cloe era curiosa y aventurera, siempre soñando con descubrir los secretos del universo. Cada noche, se sentaba en su azotea con su telescopio, observando las estrellas y dibujando constelaciones en su cuaderno.
Una noche, mientras miraba las estrellas, Cloe se quedó maravillada ante una brillante figura que la observaba desde el cielo. Era la diosa Nut, la diosa del cielo estrellado, con su elegante figura que parecía estar hecha de estrellas.
"Cloe, pequeña aventurera, he estado observándote", dijo Nut, con una voz suave como un susurro de viento.
Cloe se sorprendió y casi se cayó del techo de su casa. "¡Eres tú, la diosa Nut! ¿Qué haces aquí?"
"He venido a pedirte ayuda", respondió Nut. "Un peligro se avecina para nuestro cielo. Las estrellas están comenzando a apagarse, y necesito de tu valentía y de tu amor por las estrellas para resolverlo."
Cloe no podía creer lo que escuchaba. "¿Cómo puedo ayudar? Soy solo una niña..."
"No subestimes el poder de un corazón puro, Cloe", dijo Nut. "Debes encontrar las tres Llaves de Luz que guardan las tres grandes constelaciones: Orion, la Osa Mayor y Cassiopeia. Cada llave es especial y solo tú puedes descubrirlas. Si no lo haces, las estrellas desaparecerán por completo."
Cloe se sintió emocionada pero también un poco asustada. "Está bien, haré lo que sea necesario."
Nut sonrió y con un movimiento de su mano, creó un mapa en el aire donde brillaban las constelaciones.
"Tu primera parada es Orion, el cazador", dijo Nut. "Debes cruzar el Valle de los Escarabajos y llegar a la Gran Pirámide, donde encontrarás la primera llave."
Cloe respiró profundamente y partió en su aventura. Pasó por el Valle de los Escarabajos, donde se encontró con unos escarabajos que estaban obsesionados con coleccionar objetos brillantes.
"¿Cómo puedo pasar?", preguntó Cloe.
"¡Primero tendrás que hacer un trato!", respondieron los escarabajos. "Si nos traes algo que brille más que el oro, te dejaremos pasar."
Cloe miró a su alrededor y recordó su muñequito hecho de papel que había decorado con purpurina. "¡Este brillará!" dijo, mostrando su muñequito.
Los escarabajos se quedaron maravillados. "¡Es increíble! Puedes pasar, valiente Cloe."
Cloe continuó su camino hasta llegar a la Gran Pirámide, donde encontró una puerta cubierta de jeroglíficos. En el centro de la puerta había una ranura para la llave.
"¡Esto debe ser!", exclamó Cloe.
A su alrededor, las estrellas comenzaron a brillar un poco más. Adentrándose en la oscuridad de la pirámide, Cloe encontró un pedestal con un cristal que brillaba intensamente. Cuando lo tocó, una llave dorada apareció ante ella.
"¡La primera llave!", gritó emocionada.
Con la primera llave en mano, Cloe emprendió su camino hacia la Osa Mayor. Durante su travesía, narró la historia de la Osa Mayor a todos los animales que encontraba, y se hicieron amigos mientras recorrían el camino.
Finalmente, llegó a un lago donde las estrellas reflejaban una imagen preciosa. En el centro del lago había un pequeño bote y, más allá, la concurrida casa de una anciana sabia.
"Para conseguir la segunda llave, deberás contarme tres cosas que son importantes sobre las estrellas", le dijo la anciana.
Cloe pensó, recordando los libros acercas de astronomía que leía. "Las estrellas nos guían, nos dan esperanza y representan nuestros sueños."
"Muy bien, pequeña. Has escuchado el llamado de las estrellas", dijo la anciana. "Toma la llave."
Con la segunda llave, Cloe se sintió más fuerte y valiente. La tercera y última llave debía ser encontrada en la constelación de Cassiopeia, la reina del cielo.
Después de muchas aventuras, por fin encontró un gran templo donde debía enfrentarse a las sombras que habían robado la llave.
"¿Por qué quieren robar las estrellas?", preguntó Cloe con bravura.
"Porque tememos quedarse en la oscuridad", respondieron las sombras, con una voz que eran como un eco. "No entendemos que las estrellas son luz y amor."
Cloe recordó la amistad que había hecho en su viaje y les habló sobre el valor de la luz en la unión. Finalmente, las sombras comprendieron y le devolvieron la tercera llave.
"¡Lo logré!", gritó Cloe, llena de alegría.
Cloe regresó junto a la diosa Nut y colocó las tres llaves en su lugar, iluminando así todas las estrellas del cielo.
"Gracias, valiente Cloe. Has traído de vuelta la luz al cielo", dijo Nut, sonriendo.
Cloe miró al cielo estrellado y recordó que, aunque era solo una niña, su valentía y amor por las estrellas habían hecho la diferencia. Cielo y tierra se unieron en una sinfonía de luz, y Cloe supo que siempre llevaría las estrellas en su corazón.
Desde ese día, cada noche, miraba al cielo y sonreía, sabiendo que su amor había iluminado la oscuridad.
FIN.