Clotilde y el Gran Festival del Bosque
En un rincón encantado del bosque, vivía Clotilde, una bruja muy pequeña con un gorrito y una varita chiquitita. Su casita era tan diminuta que hasta una ardilla se sentiría como en un palacio. A pesar de su tamaño, Clotilde tenía un gran corazón y mucho amor por la naturaleza.
Un día, mientras organizaba su pequeño jardín, sus amigos del bosque, los animales, llegaron corriendo.
"Clotilde, Clotilde!" - gritó un conejito miedoso "¡se acerca el Gran Festival del Bosque!"
"¿El Gran Festival?" - preguntó Clotilde, emocionada. "¡Deberíamos prepararnos!"
El Gran Festival era un evento anual donde todos los habitantes del bosque se reunían para celebrar con música, bailes y deliciosos bocados. Sin embargo, este año había un problema: el árbol del festival, un viejo roble que solía iluminar la noche con sus brillantes luces, estaba apagado.
"Si el árbol no brilla, no habrá festival!" - dijo un búho sabio. "¿Qué haremos, Clotilde?"
Clotilde miró su varita y tuvo una idea.
"¡Podemos encender el árbol con magia!" - exclamó. "Voy a necesitar ayuda. Vamos a buscar a los mejores reciclaristas del bosque para que traigan materiales. ¡Necesitamos luces!"
Junto con sus amigos, Clotilde recorrió el bosque recolectando todo tipo de objetos brillantes: ¡botellas de vidrio, papel aluminio y piñas luminosas! Armaron un plan: cada uno jugaría un papel crucial.
En ese momento, apareció un escurridizo zorro que miraba desde la distancia.
"¿Y qué puedo hacer yo?" - preguntó, curioso pero un poco escéptico.
"¡Tú puedes ayudarnos a encontrar las cosas más fascinantes!" - dijo el conejito, animando al zorro. "Nunca vi algo tan brillante como la cola de una luciérnaga. ¡Tú debes saber dónde viven!"
El zorro sonrió y, al instante, se unió al grupo en su búsqueda. Pero, a medida que avanzaban, se encontraron con un gran rompecabezas: en un claro, el camino se dividía en dos y había que escoger uno.
"Me parece que seguimos por la izquierda" - dijo el búho.
"No, no, ¡por la derecha!" - replicó el conejito.
"¿Puedo opinar?" - preguntó Clotilde, siempre con su actitud optimista. "¿Por qué no intentamos los dos caminos y después comparamos lo que encontramos?"
A todos les pareció una idea brillante, y así lo hicieron. Al final, ambos caminos llevaron a descubrimientos sorprendentes: el lado izquierdo encontró luces de luciérnagas y el derecho descubrió flores que iluminaban en la oscuridad.
Con todos sus tesoros recolectados, Clotilde, sus amigos y el zorro regresaron hasta el viejo roble. Notaron que el árbol parecía triste, y fue allí donde Clotilde decidió usar su varita chiquitita. Cuando la levantó, gritó con fuerza:
"¡Árbol amigo, hoy es nuestro día! ¡Déjanos encenderte con nuestra energía!"
Entonces, los animales comenzaron a deslumbrar sus tesoros.
Las luciérnagas brillaron como estrellas, las flores iluminaron como faros, y el árbol comenzó a brillar lentamente. Con cada rayo de luz, el anciano roble renació, y más fuerte fue la fuente de luz hasta que relució como nunca.
"¡Hurra! ¡Funciona!" - exclamaron los animales, llenos de alegría.
Cuando llegó la noche, el Gran Festival comenzó, y el árbol, con su luz mágica, iluminó el bosque como un cielo estrellado. Todos bailaban, cantaban y se deleitaban con la comida.
Finalmente, Clotilde y sus amigos se sintieron tan felices al ver cómo la cooperación y la amistad habían resuelto el desafío.
"Gracias a todos, especialmente al zorro, que nos ayudó a unir fuerzas" - dijo Clotilde, sonriendo. "Recuerden, lo pequeño también puede hacer grandes cosas".
Y así, Clotilde, la bruja diminuta, se convirtió en la heroína del bosque, y cada año, el Gran Festival recordaba el poder de la unidad y la creatividad.
Desde ese día, su misión de ayudar a la naturaleza y a sus amigos continuó. A pesar de su tamaño, Clotilde demostró que el verdadero poder viene del corazón y de compartir con otros.
FIN.