Cloy y la llegada de Lila
Había una vez, en una casa llena de luz y alegría, una gatita llamada Cloy. Era la reina de su hogar: siempre llena de energía, siempre jugando y rodeada de mimitos. Cloy se pasaba el día acurrucada en el sofá con su dueña, Paula, mientras escuchaban música y compartían momentos felices.
Un buen día, Paula llegó a casa con una sorpresa. "¡Cloy! ¡Mirá lo que traje!", exclamó. Cloy miró intrigada y vio que Paula tenía una cajita en brazos. Con un suave movimiento, Paula abrió la caja y de allí salió una pequeña gatita de pelaje suave y ojos grandes. "Esta es Lila, tu nueva hermanita", dijo Paula con una sonrisa.
Al principio, Cloy se sintió emocionada. "¡Hola, Lila! Soy Cloy, la mejor gata del mundo!", le dijo con entusiasmo. Pero, a medida que pasaron los días, la emoción se transformó en confusión. Cloy comenzó a notar que Lila también quería jugar con Paula, y que a veces, ¡ella se llevaba la atención de su dueña!
Un día, mientras Lila jugaba con un ratón de juguete, Cloy miró desde la esquina del sofá y murmuró para sí misma. "Eso no está bien... ¡Ese es mi ratón!". Entonces, de la nada, saltó y le quitó el juguete a Lila. "¡Es mío, mía!".
Lila, confundida, simplemente maulló. "¿Por qué eres tan enojona? Solo quiero jugar contigo."
Por otro lado, Paula observaba con preocupación la nueva actitud de Cloy. "Cloy, cariño, no podés arrebatarle las cosas a tu hermanita. Necesitamos encontrar una manera de que se lleven bien. Suponete que hay suficiente amor para las dos".
Pero Cloy no le prestó atención. Comenzó a romper los juguetes, a arañar los muebles y a maullar alto. "¡Yo no quiero una hermanita! ¡Solo quiero ser la única!"
Vio a Lila jugando felizmente y se sintió aún más molesta. Sin embargo, cuando se miraban al espejo, Cloy se dio cuenta de que había algo más en esa mirada de Lila. La pequeña también quería un hogar feliz.
Después de varios días difíciles, Paula tuvo una idea brillante. "Cloy, vamos a hacer una tarde de juegos. Vos y Lila van a jugar juntas y yo voy a estar aquí para organizar todo."
Al principio, Cloy dudaba. "¿Por qué debería jugar con ella? ¡No me gusta!"
Pero finalmente, la curiosidad pudo más. Cuando Paula armó la tarde de juegos, empezó a ver a Lila divirtiéndose con un ovillo de lana. Entonces, Cloy se acercó lentamente y dijo. "¿Puedo jugar también? Hay suficiente lana para las dos."
¡Y así fue! Se unieron y comenzaron a jugar juntas, riendo de sus travesuras y compartiendo el ovillo. Cloy empezó a darse cuenta de que con Lila la diversión era el doble.
Con el tiempo, ambas se volvieron las mejores amigas. "¡Mirá, Cloy! ¡Estamos haciendo una gran bola de lana!", gritó Lila llena de alegría.
A partir de ese día, cada vez que Cloy sentía celos, recordaba lo bien que se sentía jugando con Lila. "¡Ahora somos un equipo!", pensó, y pronto aprendió que no había necesidad de sentirse enojona. El amor y la diversión se multiplicaban cuando compartían.
La casa de Paula volvió a llenarse de risas y juegos, y Cloy aprendió una valiosa lección sobre el amor y la amistad. Y así, con amor y alegría en sus corazones, Cloy y Lila vivieron felices por siempre, disfrutando de cada momento juntas, porque la felicidad se comparte mejor.
Y desde aquel día, cuando alguien le preguntaba a Cloy cómo era tener una hermanita, ella siempre respondía con una gran sonrisa. "¡Es lo mejor que me pudo pasar!"
FIN.