Coco el Cocodrilo Glotón



Había una vez, en un tranquilo río de la selva, un cocodrilo llamado Coco. Coco no solo era un cocodrilo, era el más glotón de todos. Desde pequeño, siempre había tenido un amor desmedido por la comida. Su mamá, Doña Cora, solía decirle:

"Coco, no comas tanto. La comida está para disfrutarla, no para -devorarla!"

Pero Coco, con su pancita siempre llena, no le ponía atención a su madre. En vez de eso, pasaba el día buscando algo rico para comer.

Un hermoso día de sol, mientras nadaba en el río, Coco vio a sus amigos: el loro Lolo y la tortuga Tula.

"¡Hola, Coco! ¿Querés venir a jugar?" - preguntó Lolo.

"¡No tengo tiempo! Acabo de ver una deliciosa comida al otro lado del río y tengo que ir por ella" - respondió Coco.

Coco se esforzaba tanto por comer más y más que a veces se olvidaba de sus amigos. Así que, un día, mientras buscaba algo sabroso, llegó hasta una cueva que nunca había visto. En su interior había un montón de frutas exóticas. Sin pensarlo dos veces, se lanzó dentro y empezó a devorar todo lo que podía, sin mirar los alrededores.

Tras un buen rato, se dio cuenta de que estaba tan lleno que no podía moverse.

"¡Oh no! ¿Qué hice?" - exclamó Coco angustiado.

En ese momento, Lolo y Tula, que habían estado buscando a Coco, llegaron hasta la entrada de la cueva.

"Coco, ¿estás bien?" - preguntó Tula temerosamente.

"No puedo salir! Estoy atascado aquí adentro" - respondió Coco.

"¡Ay! ¿Por qué no nos dijiste que ibas a buscar comida? Podríamos haberte ayudado!" - dijo Lolo, preocupado.

"No pensé que necesitaría ayuda. Solo quería comerme todo esto..." - suspiró Coco, dándose cuenta de que había dejado de lado a sus amigos por su glotonería.

Lolo y Tula se miraron y, aunque estaban asustados, decidieron ayudar a Coco. Ambos empujaron con todas sus fuerzas y, tras algunos intentos, lograron sacar a Coco de la cueva.

"¡Lo logramos!" - gritó Tula, saltando de alegría.

"Gracias, amigos. Me he dado cuenta de que comí demasiado y me arriesgué de una manera tonta. ¡Nunca más dejaré que la comida me aleje de ustedes!" - dijo Coco, sintiéndose agradecido.

A partir de aquel día, Coco aprendió a disfrutar de la comida, pero también del tiempo con sus amigos. Nunca más volvió a dejar que su glotonería lo apartara de ellos. Y juntos compartieron muchas aventuras y fórmulas para hacer deliciosos platillos salados y dulces, asegurándose de disfrutar cada bocado, pero también de reír y jugar juntos.

Y así, el cocodrilo glotón se convirtió en el cocodrilo más generoso y divertido del río, que siempre decía:

"¡La mejor comida es aquella que se comparte con amigos!"

FIN.

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