Coco, el cocodrilo mimado



Había una vez un cocodrilo llamado Coco que vivía con su dueña, Lucía, en una pintoresca casa cerca del río. Coco era un cocodrilo muy especial, pero también era extremadamente mimado. Lucía le daba todo lo que quería: desde golosinas hasta paseos por el parque. Pero había un pequeño problema: a Coco le encantaba comer. Y no solo comía las golosinas que Lucía le daba, ¡también se comía a los animalitos que encontraba en su camino!

Un día, Lucía decidió llevar a Coco a dar un paseo por el parque. "¡Vamos, Coco! Hoy será un día maravilloso", dijo entusiasmada, mientras le colocaba una correa especial.

Coco, emocionado, movía su cola con alegría. "¡Sí! Pero, ¿podemos parar en la heladería primero?" preguntó el cocodrilo, esperando un delicioso helado de banana.

"Claro, pero después prometemos no comer más que helados, ¿de acuerdo?" respondió Lucía.

Mientras caminaban, Coco empezó a mirar a su alrededor con los ojos muy abiertos. Cada vez que veía a un pequeño pájaro o una ardilla, su estómago resonaba, y no podía evitarlo. "¡Mira, Lucía! ¡Un pajarito!"

"¡Coco, no!" gritó su dueña al ver que su amigo estaba preparado para lanzarse. "Recuerda lo que hablamos, debemos ser amigos de todos los animales y no hacerles daño!"

Al llegar a la heladería, Lucía compró dos grandes helados: uno de banana para Coco y uno de frutilla para ella. Pero mientras disfrutaban del helado, Coco veía a un grupo de pequeños conejitos que saltaban en la hierba. ¡Se veían tan deliciosos!"Mmmm, ¿quieres uno, Lucía?", preguntó Coco con una sonrisa inmensa en su rostro verde.

"No, Coco. ¡Son amigos!" respondió Lucía mientras movía la cabeza en señal de desaprobación.

Pero Coco, al sentir el hambre y la tentación, ignoró a Lucía y comenzó a moverse lentamente hacia los conejitos. En ese momento, un anciano que caminaba con su perro se acercó.

"¡Eh, Coco! ¿Qué haces?" dijo el anciano, asustado.

El anciano no se dejó intimidar. "Los conejitos son amigos, no comida. Ven aquí, Coco. Te voy a contar una historia."

Coco se detuvo, intrigado. "¿Una historia?"

"Sí, una historia sobre un cocodrilo que aprendió a querer a los otros animales en el bosque. Al principio, él se comía a todos, pero un día, mientras estaba al borde de un lago, conoció a una tortuga que le enseñó a compartir y a jugar. Desde entonces, el cocodrilo se volvió el mejor amigo de todos los animales. Ahora, todos en el bosque lo quieren mucho."

Coco se sintió avergonzado y triste. "Pero yo no quiero que me tengan miedo... quiero ser su amigo."

Lucía, viendo que su amigo había reflexionado, se agachó y le dijo con cariño: "Coco, si quieres ser amigo de todos, tienes que aprender a compartir. ¿Qué tal si jugamos en lugar de comer a los conejitos?"

Coco miró a los conejitos jugando juntos y de repente uno de ellos se acercó curioso. "¿Quieres jugar, Coco?" le preguntó el conejito.

"¡Sí!" dijo Coco con entusiasmo, dándose cuenta de que podía divertirse de otra manera.

Ese día, Coco jugó toda la tarde con los conejitos, corrió detrás de ellos y aprendió a reírse en vez de comer. Lucía sonrió al ver a su cocodrilo feliz y alegre. Al final del día, cuando regresaron a casa, Coco estaba agotado pero lleno de alegría.

"Hoy fue el mejor día de mi vida", le confesó a Lucía.

"Prometo que seré un buen amigo de los animales de ahora en adelante."

Así fue como Coco, el cocodrilo mimado, aprendió que había cosas más valiosas que comer a los animales y descubrió la verdadera amistad.

FIN.

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