Cocodrilo aprende a nadar
En lo profundo del Pantano Encantado vivía Cocodrilo, un simpático reptil que siempre había soñado con ser tan ágil en el agua como los tiburones.
Todos los días, observaba con envidia cómo los tiburones nadaban con gracia y rapidez, mientras él apenas lograba mantenerse a flote. Un día, decidido a cumplir su sueño, Cocodrilo se acercó al viejo Maestro Tortuga, quien era conocido por su sabiduría y paciencia.
"Maestro Tortuga, ¿podrías enseñarme a nadar como un tiburón? Siempre he soñado con ser tan ágil y veloz en el agua como ellos", le pidió Cocodrilo con esperanza en sus ojos. La sabia Tortuga sonrió y aceptó enseñarle.
Durante semanas, Cocodrilo se esforzó por seguir cada consejo de su maestro, practicando con disciplina y entusiasmo. A pesar de su empeño, no lograba adquirir la gracia y velocidad que tanto anhelaba. Desalentado, Cocodrilo decidió visitar al Sabio Bagre, conocido por su astucia y experiencia en el agua.
"Sabio Bagre, he intentado aprender a nadar como un tiburón, pero no importa cuánto lo intente, simplemente no puedo lograrlo. ¿Hay algo que me esté faltando?", le preguntó Cocodrilo con tristeza.
El Sabio Bagre reflexionó por un momento y luego le dijo: "Cocodrilo, has estado tan enfocado en imitar a los tiburones que has olvidado tus propias habilidades. No necesitas nadar como un tiburón para ser rápido y ágil en el agua. Debes aprender a aprovechar tus propias fortalezas".
Con estas palabras resonando en su mente, Cocodrilo decidió tomar un nuevo enfoque. Comenzó a desarrollar técnicas y movimientos que se adaptaban a su cuerpo y estilo de nado.
Pronto, descubrió que tenía una habilidad natural para girar rápidamente y deslizarse con destreza, algo que los tiburones no podían hacer. Con el tiempo, Cocodrilo se convirtió en el nadador más ágil y veloz del Pantano Encantado, sorprendiendo a todos, incluyéndose a sí mismo.
A partir de ese día, Cocodrilo comprendió que no necesitaba ser como otros para destacar, sino que debía abrazar y potenciar sus propias cualidades. Y así, nadó feliz y orgulloso, demostrando que la verdadera grandeza reside en la autenticidad y en el amor por lo que uno es.
FIN.