Coki, el Perro Miedoso



Había una vez un perro llamado Coki que vivía en un pequeño refugio de animales en una ciudad muy lejana. Coki era un perrito de pelaje suave y marrón, pero siempre asomaba su hocico detrás de otras mascotas. Era muy miedoso y le costaba relacionarse con los demás. Sin embargo, un buen día, una amable abuelita, que todos llamaban Doña Rosa, decidió que necesitaba un compañero para sus días solitarios.

Doña Rosa se acercó al refugio y, al ver a Coki, su corazón se llenó de ternura. "¡Ay, pobrecito! Necesita amor y un hogar!" - dijo mientras lo acariciaba. Coki sintió un cosquilleo en su pancita y decidió confiar en ella.

Cuando llegó a la casa de Doña Rosa, Coki miró a su alrededor con los ojos bien abiertos. "¿Dónde estoy? Todo es tan grande y nuevo..." - pensó mientras se escondía detrás del sillón.

Doña Rosa, al ver a Coki tan asustado, decidió que debía hacer algo especial para que se sintiera más cómodo. "No te preocupes, Coki. Aquí estarás seguro. Vamos a jugar un rato y luego te prepararé tu comida favorita: pollo con arroz." - dijo con una sonrisa.

Los días pasaron y poco a poco Coki comenzó a salir de su escondite. Jugaba y corría por el jardín, pero siempre con un poco de temor. Una tarde, mientras Doña Rosa le lanzaba una pelota, algo inesperado ocurrió. Una fuerte tormenta se desató y un rayo iluminó el cielo con un estruendo que hizo temblar a Coki.

Coki, asustado, corrió a meterse debajo de la cama. "¡No, no quiero salir!" - ladró con miedo. Doña Rosa lo buscó y al encontrarlo le dijo: "Coki, ven aquí. No hay nada que temer. Estoy contigo y nunca dejaré que te pase nada."

Pero el miedo de Coki era más grande que su confianza en Doña Rosa. Al día siguiente, mientras exploraba su jardín, Coki vio a un pequeño gato atrapado en una rama de un árbol. El gato maullaba asustado y no podía bajar. Coki se puso nervioso. "¿Y si no puedo ayudarlo?" - pensó.

Un momento de duda atrapó su corazón. Pero entonces recordó las palabras de Doña Rosa. "No hay nada que temer, estoy contigo". Coki se llenó de valor y decidió intentar ayudar al gatito. Con un salto gracioso y un ladrido valiente, corrió hacia el árbol.

"¡No te preocupes, pequeño! Voy a ayudarte!" - gritó Coki mientras se acercaba.

Finalmente, Coki logró guiar al gato a que se deslice hacia una rama más baja y, con un último empujón, el gato se deslizó hacia el suelo, aterrizando suavemente. "¡Gracias, amigo!" - dijo el gato, agradecido.

A partir de ese día, Coki no volvió a ser el mismo. Su valentía creció y su miedo se comenzó a desvanecer. "Me siento más fuerte cada día." - pensó mientras jugaba con el gato y se zambullía en nuevas aventuras.

Doña Rosa sonrió al ver cómo su querido Coki se había transformado. "¡Lo ves, Coki! A veces hay que enfrentar nuestros miedos para descubrir la fortaleza que llevamos dentro." - le dijo con amor.

Y así, Coki aprendió a ser valiente y a querer su nueva vida. No solo se hizo amigo del gato, sino que también se hizo amigo del miedo, que al final resultó ser solo una sombra que se desvanecía con cada paso hacia la aventura.

Desde entonces, Coki vivió muchas más aventuras con Doña Rosa, siempre recordando que, aunque a veces el miedo asome, la valentía siempre ganará cuando uno confía en sí mismo y en los que amamos.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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