Colores de Amistad


Había una vez, en un pequeño pueblo de Argentina, un niño llamado Cesar Santiago. Cesar era un niño muy especial, tenía Autismo leve, lo que hacía que algunas cosas fueran difíciles para él.

A veces le costaba comunicarse y entender las emociones de los demás. Pero eso no impedía que Cesar fuera feliz. Al contrario, siempre tenía una sonrisa en su rostro y mucha energía para jugar y aprender.

Sus padres estaban muy orgullosos de él y lo amaban profundamente. Un día, llegó el momento de comenzar el preescolar. Cesar estaba emocionado por conocer nuevos amigos y aprender cosas nuevas.

Pero también sentía un poco de miedo porque no sabía cómo reaccionarían sus compañeros al verlo diferente. Cuando llegó al aula, todos los niños se acercaron a saludarlo con alegría. No les importaba si Cesar era diferente, solo querían jugar y divertirse juntos. Desde ese momento, se convirtieron en grandes amigos.

La maestra del preescolar se llamaba María y era una persona muy comprensiva y cariñosa. Ella entendía las necesidades especiales de Cesar y siempre estaba allí para ayudarlo cuando lo necesitara.

Un día, durante el recreo, los niños estaban jugando en el patio del colegio cuando vieron algo muy especial: ¡un arco iris! Todos se emocionaron mucho al ver esos colores brillantes en el cielo. "¡Miren chicos! ¡Es un arco iris!"- exclamó Cesar emocionado.

Los demás niños corrieron hacia él para verlo mejor. "¡Sí! ¡Es hermoso!"- dijeron todos. Cesar estaba maravillado con el arco iris y comenzó a hablar de sus colores, de cómo se formaba y por qué era tan especial.

Los demás niños escuchaban atentamente y le hacían preguntas. Cesar se sentía feliz de poder compartir su conocimiento con sus amigos. A partir de ese día, los niños siempre buscaban arco iris en el cielo y aprendían cosas nuevas sobre ellos junto a Cesar.

Descubrieron que podían hacer dibujos coloridos inspirados en los colores del arco iris. Un día, mientras estaban jugando en el parque, Cesar notó que uno de sus amigos estaba triste. "¿Qué te pasa?"- le preguntó preocupado.

El niño explicó que había tenido un mal día en la escuela y se sentía solo. Cesar sabía exactamente cómo se sentía porque él también había pasado por momentos similares antes de conocer a sus amigos.

Entonces, Cesar tuvo una idea brillante. Le propuso al niño hacer un juego divertido donde cada uno tenía que decir algo positivo sobre sí mismo o sobre los demás. Así podrían recordar lo especiales que eran cada uno a su manera.

"Eso suena genial"- dijo el niño sonriendo. Así fue como comenzaron a jugar al "Juego del Arco Iris". Durante todo el juego, cada uno decía algo hermoso sobre sí mismo o sobre los demás.

Todos compartieron palabras llenas de amor y amistad. Al finalizar el juego, todos se sintieron más felices y conectados entre sí. Comprendieron la importancia de valorarse mutuamente sin importar nuestras diferencias.

Aprendieron que cada uno de ellos era un color único en el arco iris de la amistad. Desde ese día, Cesar y sus amigos siguieron creciendo juntos, aprendiendo unos de otros y compartiendo momentos inolvidables. Cesar se sentía feliz y agradecido por tener amigos tan especiales que lo aceptaban tal como era.

Y así, con su sonrisa radiante y su corazón lleno de amor, Cesar Santiago demostró al mundo que no importa cuán diferentes seamos, siempre podemos encontrar la belleza en nuestras diferencias y construir puentes de amistad.

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