Colores de México


En un pequeño pueblo de México vivía Quetzal, una mujer apasionada por su país y su bandera.

Desde muy joven, Quetzal había sentido un profundo amor por los colores de la bandera mexicana: el verde, el blanco y el rojo le parecían los más hermosos del mundo. Quetzal solía pasear por las calles de su pueblo con una bandera en la mano, ondeándola con orgullo y cantando el himno nacional a todo pulmón.

Su voz resonaba por todas partes, llegando a cada rincón del lugar. Los vecinos la miraban con admiración y respeto, sabían que Quetzal era una verdadera patriota. Un día, mientras caminaba por el parque central, Quetzal se encontró con un niño llamado Mateo.

El niño estaba sentado en un banco mirando tristemente al suelo. Quetzal se acercó a él y le preguntó qué le pasaba. "Hola Mateo, ¿qué te tiene tan preocupado?" -preguntó Quetzal con amabilidad.

Mateo levantó la vista y respondió con voz temblorosa: "Es que mañana tengo que hacer un discurso sobre la bandera de México en la escuela, pero no sé qué decir. No entiendo por qué es tan importante para todos".

Quetzal sonrió cariñosamente y se sentó junto a Mateo.

Comenzó a contarle la historia detrás de los colores de la bandera mexicana, explicándole lo que representaban cada uno de ellos: el verde simbolizaba la esperanza y la naturaleza exuberante de México; el blanco representaba la pureza y la unidad del pueblo mexicano; y el rojo era símbolo de la sangre derramada por los héroes que lucharon por la independencia del país.

Mateo escuchaba atentamente cada palabra de Quetzal, sus ojos brillaban con interés mientras ella le contaba historias sobre valientes revolucionarios y batallas épicas. Al finalizar su relato, Quetzal le dijo a Mateo:"La bandera de México es mucho más que solo colores en tela.

Es nuestro símbolo de libertad, unidad y orgullo nacional. ¡Tú puedes inspirar a tus compañeros con tu discurso!"Animado por las palabras de Quetzal, Mateo se levantó con determinación y decidió escribir un discurso emotivo sobre lo que significaba para él ser mexicano y honrar su bandera.

Al día siguiente en la escuela, ante todos sus compañeros reunidos en el patio principal, Mateo pronunció su discurso con seguridad y pasión.

Habló sobre el valor histórico de los colores patrios e instó a todos a sentirse orgullosos de ser parte de esa gran nación. Al terminar su discurso, los aplausos retumbaron en todo el lugar. Los maestros felicitaron a Mateo por sus palabras inspiradoras y muchos niños se acercaron para darle las gracias.

Quetzal observaba orgullosa desde lejos cómo Mateo había logrado transmitir ese mismo amor hacia México que ella sentía desde siempre. Sabía que ese niño tenía un futuro brillante como defensor de los valores patrióticos.

Desde ese día en adelante, tanto Quetzal como Mateo continuaron compartiendo su amor por México e inculcando en otros esa misma pasión por sus raíces y su bandera querida.

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