Cómo Atrapar una Estrella



Había una vez un niño llamado Lucas, que vivía en un pequeño pueblo cerca de las montañas. Desde su ventana, cada noche, admiraba las estrellas que brillaban en el cielo como diamantes. Su mayor deseo era atrapar una estrella y convertirse en su amigo, jugar con ella en las noches oscuras y soñar juntos.

Una noche, mientras miraba las estrellas, Lucas decidió que no podía esperar más.

"Para atrapar una estrella, tengo que hacer un plan", murmuró para sí mismo. "Lo mejor sería levantarme temprano, cuando todas están todavía en el cielo".

Así que la mañana siguiente, Lucas se despertó al alba, emocionado. Se vistió rápidamente y salió de casa con un gran frasco de vidrio en el que pensaba poner su estrella. Sin embargo, no sabía exactamente cómo iba a hacer su captura.

Mientras caminaba por el campo, se encontró con una anciana que estuvo cuidando sus rosas.

"¿Adónde vas tan temprano, pequeño?", le preguntó la abuela con una sonrisa.

"Voy a atrapar una estrella, abuela", respondió Lucas con determinación.

La abuela rió suavemente y le dijo:

"Las estrellas son muy traviesas. Pero si realmente deseas una, deberás ser más ingenioso".

Lucas, intrigado, le preguntó:

"¿Cómo puedo ser ingenioso?"

La abuela respondió:

"Escucha, cada estrella tiene su propio brillo, y cada brillo es único. Puede que necesites un espejo y un poco de magia de tu imaginación".

Lucas decidió que era una excelente idea. Así que, después de agradecerle a la abuela, corrió a su casa, buscó un espejo del baño y regresó al campo.

Sentándose en el césped, colocó el espejo de tal forma que el sol lo iluminara y reflejara una luz brillante hacia el cielo.

"¡Vamos, estrella!", gritó Lucas ilusionado.

Pasó el tiempo y Lucas empezó a perder la esperanza. De repente, algo inesperado ocurrió: una mariposa, atraída por el brillo del espejo, se posó sobre él.

"¿Eres tú una estrella?", le preguntó Lucas emocionado.

La mariposa revoloteó de un lado a otro. Lucas se dio cuenta de que las estrellas no eran solo luces en el cielo, sino también seres mágicos como las mariposas.

"Quizás no necesite atrapar una estrella como pensaba", reflexionó Lucas.

Así que decidió seguir a la mariposa. La pequeña criatura lo llevó a un campo lleno de flores, donde había miles de mariposas, danzando por el aire.

"Esto es verdaderamente mágico", dijo Lucas, riendo de alegría.

De repente, una mariposa más grande se posó sobre su mano:

"No puedes atrapar a las estrellas, querido Lucas, pero puedes hacer amigos con quienes brillan aquí en la Tierra".

Lucas sonrió, dándose cuenta de que no necesitaba una estrella para ser feliz. Ya tenía magia a su alrededor, y lo más especial era compartir esos momentos con amigos, sin importar si eran humanos o criaturas del cielo.

Desde entonces, cada vez que miraba las estrellas, se sentía agradecido por las maravillas que había en su vida.

"Tal vez mañana intentaré hacer un nuevo amigo en este campo de mariposas", pensó satisfecho.

Y así, cada noche, mientras se despedía de las estrellas desde su ventana, lo hacía con una sonrisa, sabía que la verdadera amistad estaba al alcance de su mano.

FIN.

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