Cómodo y el niño espacial
En un pequeño pueblo llamado Estrellita, un niño llamado Lucas siempre soñaba con convertir en astronauta. Cada noche, se sentaba en su jardín y miraba las estrellas, imaginando mundos lejanos y aventuras increíbles. Sin embargo, había un problema: Lucas era muy, pero muy tímido. No se animaba a compartir sus sueños con sus amigos.
Una mañana, mientras paseaba por el parque, Lucas encontró algo curioso: una caja brillante con la etiqueta 'Cómic Cómodo'. Sin pensarlo, la abrió y una simpática caricatura salió volando. Era Cómodo, un pequeño ser intergaláctico que tenía la capacidad de cambiar de forma.
- ¡Hola, humano! - dijo Cómodo, con una voz alegre. - ¡Soy Cómodo, y he venido a ayudar a los niños a lograr sus sueños! ¿Cuál es el tuyo?
Lucas, sorprendido, balbuceó: - Quiero ser astronauta, pero...
- ¡No hay peros! - interrumpió Cómodo mientras se transformaba en un cohete. - Vamos, subamos y exploremos el espacio juntos.
A pesar de su timidez, Lucas se dejó llevar por la emoción y subió al cohete. Así, emprendieron un viaje a través de galaxias llenas de colores y criaturas amistosas. Mientras viajaban, Lucas empezó a aprender sobre la valentía.
- Mirá esa estrella, Lucas. Cada una brilla de manera diferente, como cada uno de nosotros - dijo Cómodo. - No importa si sos tímido, lo importante es que te atrevas a brillar.
Lucas asintió, pero aún se sentía inseguro. ¿Podría realmente ser un astronauta? En ese momento, el cohete se encontró con una tormenta de meteoritos.
- ¡Oh no! - gritó Lucas, inseguro.
- ¡Calma! - respondió Cómodo. - Confía en ti mismo. Avanza con determinación.
Lucas tomó una respiración profunda. Recordó todos los sueños que había tenido. Quitó el miedo de su mente y empezó a guiar el cohete a través de los meteoritos, sorprendiendo a Cómodo con su valentía.
Después de una exitosa maniobra, Ambos aterrizaron en un planeta cubierto de flores gigantes y árboles de caramelo. Allí conocieron a unos extraterrestres que se estaban preparando para un gran festival.
- ¡Hola! - dijeron los extraterrestres con alegría. - Necesitamos a alguien que cante en nuestro festival, pero nadie quiere hacerlo.
Lucas sintió un nudo en su garganta, pero escuchó la voz de Cómodo en su mente.
- ¡Yo puedo hacerlo! - exclamó Lucas, sorprendido por su propia valentía.
Los extraterrestres lo miraron con esperanza. Así que Lucas subió a un pequeño escenario y, mientras miraba las estrellas, comenzó a cantar. Aunque al principio se sentía un poco nervioso, pronto la alegría de la música lo envolvió y su voz resonaba en el aire. Todos los extraterrestres aplaudían y bailaban al ritmo de su canción.
Tras el festival, Lucas se sintió más seguro que nunca. - Gracias, Cómodo. Nunca pensé que podría hacer algo así.
- Ese es el espíritu, Lucas. Nunca dejes que el miedo te detenga. Recordá que cada estrella tiene su propia luz, y vos tenés una muy especial.
Cuando llegó la hora de regresar a casa, Lucas y Cómodo se despidieron de sus nuevos amigos y emprendieron el viaje de vuelta.
- ¿Vas a seguir soñando? - preguntó Cómodo mientras comenzaba a desaparecer.
- ¡Sí! - respondió Lucas con firmeza. - ¡Voy a ser astronauta!
Y así, de vuelta en su jardín, Lucas observó las estrellas brillantes con una nueva perspectiva, listo para compartir sus sueños con el resto del mundo. Aunque Cómodo se había ido, había dejado una chispa de determinación en su corazón que nunca olvidaría. Desde ese día, Lucas se dedicó a estudiar, a compartir sus sueños con otros y a brillar como la estrella que siempre había sido.
Y así, Lucas aprendió que los sueños pueden hacerse realidad si uno se atreve a brillar.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado, pero la aventura de Lucas apenas comenzaba.
FIN.